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El Resfriado.

Tirada de dados del 06/04/2015 de "Mundo Literario".



Aquel día, Daniel no se encontraba bien. Tenía un dolor de cabeza insoportable y los ojos parecían escupirle fuego. Se colocó el termómetro y esperó, sentado en el sofá, arrullado por la manta de pelo negro que le regalaron las anteriores navidades.

Pi... Pi... Pi.

Lo sacó y miró lo que marcaba. 38.5º. Sintio un escalofrío y se enfundó entero, dejando solo la cara al descubierto. 

«Mierda... estoy peor de lo que creía...»

Se levantó sujetando la manta para que no se le cayera y se acercó al baño. Abrió el armario que había bajo la pica y rebuscó entre los botes de medicinas hasta que encontró lo que buscaba. Giró el bote y leyó en voz baja.

Indicaciones: Para aliviar los síntomas gripales y catarrales... bla, bla, bla... –murmuró pasando el dedo por la etiqueta–. Bah... Es igual, seguro que me sirve.

Se fue a la cocina, llenó un vaso con agua y puso el bote boca abajo. Sacó una píldora, que metió en su boca, y se la tragó sin esfuerzo, dándole un buen trago al vaso.

E dolor de cabeza se hizo punzante. Tosió con fuerza a la vez que el pecho parecía desgarrarse, y se dirigió hacia el sillón de nuevo. Se acurrucó y encendió el televisor. La banda sonora de la película que emitían le hipnotizó. Cerró los ojos y, con la suave melodía que salía del aparato, se quedó dormido.

Un fuerte dolor en el brazo le despertó. Abrió los ojos y se lo tocó. Estaba caliente y parecía inflamado.

Se observó la zona dolorida y vio algo clavado. Levantó el brazo y lo miró al trasluz. Había un pequeño agujón hundido en la carne. Buscó con la mirada el bicho que le aguijoneó y, en el suelo, junto al brazo del sillón, vio una pequeña abeja. Estaba muerta. Pero para cerciorarse, cogió la zapatilla y golpeó el suelo con fuerza, sintiendo el crujido del insecto al quedar aplastado contra la losa.

Maldito bicho...

Tiró del aguijón y lo arrancó. 

Un líquido amarillento empezó a salir del pequeño orificio.

Pero qué... –exclamó, pasando la mano para limpiarlo, mientras éste resbalaba hacia abajo por el empuje de la gravedad.

El olor que desprendía era fuerte. Arrugó la nariz asqueado.

«No recordaba que la picada de una abeja apestara de esta manera», pensó dirigiéndose hacia el baño para lavar la picada.

En ese momento el dolor de cabeza regresó con más fuerza.

Se apoyó sobre la cerámica, colocando una mano en la frente, y gimió a la espera de que el dolor remitiera. 

Maldita sea. Estoy peor que antes. –El dolor le produjo náuseas–. Puta pastilla... No me ha hecho nada de nada.

Un fuerte alarido que provenía del rellano del edificio, le detuvo en seco.

Pero qué...

Otro alarido, esta vez más fuerte y estridente, volvió a resonar junto a la puerta de entrada de su apartamento. Daniel pensó en Miguel, su compañero de piso, pero recordó que a aquellas horas debía estar en clase de termodinámica.

Se acercó, tambaleante, hacia la puerta. La vista se le nublaba por culpa de la fiebre. Se detuvo un instante y se frotó la cara para limpiar el sudor que, poco a poco, empezaba a perlar su rostro. Pegó su cara a la puerta y puso el ojo en la mirilla para ver de dónde diantres venían aquellos gritos que le estremecían de arriba a abajo. Buscó con el ojo. Nada. El rellano estaba desierto.

«Juraría que los putos gritos venían de aquí... pensó, apartándose y apoyándose con el hombro en la madera. Puso la mano en su frente–. Joder... La cabeza me va a estallar».

En esta ocasión, el alarido sonó justo al otro lado de la puerta. 

Daniel se apartó acongojado y se apresuró en acercarse hasta la mirilla para ver qué clase de animal podía producir aquellos terribles gritos. Acercó el ojo y, en el momento en que se asomó, a través de la visión distorsionada que creaba el grueso cristal, vio a una especie de simio acercando su boca abierta hacia él. Sus dientes eran de un tamaño considerable, y de sus labios goteaban unas enormes gotas color carmesí que brillaban al trasluz de las lámparas que iluminaban el rellano. 

Se apartó ahogando un grito de espanto. Su corazón latía con tanta fuerza que parecía querer escapar de su peho. Los ojos amarillentos del mono, de una fiereza que cortaba el aliento, se le clavaron en la retina. Dio dos pasos hacia atrás alejándose de la puerta. 

Un golpe seco contra la madera le hizo saltar del sobresalto.

El miedo se apoderó de él. 

Debía esconderse. Ese mono... Ese mono.... 

El animal volvió a golpear la puerta, esta vez con mayor violencia. Daniel cayó al suelo aterrorizado. La fiebre le hacía resoplar casi extenuado.

De  pronto, los golpes cesaron.

El silencio, solo roto por las voces que procedían del televisor, empezó a tranquilizarlo. Intnetó ponerse en pie. Un trueno retumbó en el exterior. Daniel se giró hacia la ventana. Unos nubarrones negros cubrían el cielo que, de vez en cuando, quedaba iluminado por el resplandor de los rayos que cruzaban la ventana. Llovía.

El silencio volvió. Y un ruido familiar le alarmó. Miró hacia la puerta. Su cuerpo quedó rígido. El pomo bajaba despacio.

¡Miguel! –gritó–. ¡¿Eres tú?!

Nadie respondió. 

La puerta cedió. La empujaron con cuidado, abriéndola centímetro a centímetro.

¡¿Quién coño hay ahí?! –volvió a gritar, esta vez notando cómo el corazón se le aceleraba sobremanera.

Unos dedos peludos y negros sujetaron el marco de la puerta. Daniel se puso en pie lo más rápido que pudo. Sintió un ligero mareo y ganas de vomitar. Se apoyó en la pared y cerró un ojo intentando enfocar el otro. 

La puerta cedió aún más. En el umbral, el mono, de metro veinte, le miraba fijamente. 

Pensó que debía estar soñando. Aquel animal parecía mofarse de él con la mirada. Y en sus labios parecía dibujar una sonrisa tétrica. 

Asustado, se intentó alejar de aquella bestia. Cuando vio la sangre que salpicaba la madera, el pánico le devoró. El mono balanceaba un brazo humano como el que sujeta un palo.

Daniel empezó a correr despavorido hacia la sala. Al entrar se golpeó contra la mesa haciendo caer la manzana que no pudo comerse antes. 

Miró a sus espaldas. El mono torció el gesto. Parecía enfadado.

Tranquilo monito...rió nervioso, levantando la mano hacia él.

Apartó la silla de un empujón para que le bloqueara el paso al simio y corrió hacia el baño. Cerró la puerta de un portazo. Apenas podía cerrar el cerrojo por culpa del temblor que tenía en sus manos. Los dedos le resbalaban. Cuando consiguió cerrarlo y respirar aliviado, un golpe seco en la puerta le tiró de espaldas, cayendo de culo. Empezó a sudar. Elk miedo recorría cada célula de su piel. Se intentó apartar de la puerta empujando su cuerpo con las piernas y chocó contra la bañera.

Respiraba agitado. Empezó a sentirse mareado. Dio fuertes bocanadas de aire intentado calmarse, sin apenas lograr su objetivo. El pecho le ardía. QUiso ponerse en pie. Se resbaló y se golpeó en la cabeza con el borde de la bañera.

Aturdido, quedó boca arriba, sangrando por la brecha abierta. Los alaridos del mono seguían retumbando en sus oídos. Los golpes de la puerta no cesaban... Un sudor frío empapó su piel. Su vista se nubló y perdió el conocimiento.

Dani...

Alguien le llamaba. La voz le llegaba distorsionada, como si se encontrara en un túnel y las palabras retumbaran en las paredes. Intentó abrir los ojos pero la vista estaba borrosa y no podía distinguir nada.

Dani...

Sintió que le zarandeaban. Y cómo de su boca caía algo que humedecía su barbilla. Su corazón latía con tanta fuerza que pensó que no podría soportarlo mucho más. Sentía que en cualquier momento le iba a dar un soponcio. Le vino una arcada. Un escalofrío. Y, por fin, silencio.

¡No me jodas, Dani! ¡No te vayas! –gritó Miguel, arrodillado a su lado, golpeándole en la cara.

Se levantó y mojó una toalla con agua. Se la puso en la cabeza y le intentó reanimar.

Vamos, Dani, tío, no me hagas esto...

Daniel dio un respingo. Miguel se puso de rodillas junto a él y le tumbó de lado mientras su amigo vomitaba. Algo más aliviado, se dejó caer junto a él, sentado sobre una de sus piernas. Daniel abrió los ojos.

¿M... Miguel? –balbuceó al ver a su compañero sentado a su lado.

Joder macho... ¡Vaya susto que me has dado, cabrón!

Golpeó algo con la mano. Se giró a mirar que era y, al ver el bote de medicamentos, soltó una fuerte risotada. Guardó las dos pastillas que quedaban por el suelo y escondió de nuevo el bote.

Si te querías colocar haberte esperado a que yo llegara, ¿no? Qué hijo puta...

Daniel no entendía por qué le decía eso. Pero se sintió aliviado de que el mono no estuviera allí. Miguel le ayudó a levantarse.

Anda, vete a la cama a que se te pase el subidón...

Una vez en su cuarto, se tumbó en la cama. Al cerrar los ojos los alaridos regresaron. Y el sudor frío volvió a empapar su espalda. ¿Pesadilla o realidad?


Obra registrada a nombre de Carmen de Loma en SafeCreative.

Comentarios

  1. Al final no he sabido muy bien si el mono era una alucinación provocada por las pastillas, o no. Aunque creo que sí.
    Saludos.

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    1. ¡Hola José!

      Bueno, en eso os dejo la interpretación que cada cual quiera ;) jejeje Final abierto.

      ¡Un saludo!

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  2. Un relato en donde ilustras muy bien le confusión entre la realidad y el delirio. Intenso cuento, Carmen.
    Abrazo!

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    1. ¡Hola Federico!

      Muchas gracias :) La idea era esa, confundir al lector, ¿donde está la realidad y donde el delirio?

      Gracias por pasarte y comentar. ¡Un abrazo! :D

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  3. ¡Pero qué...! ¿Está drogado o qué? Je, je, je. Me encantó el suspenso que tiene... aunque ese mono me da desconfianza, je, je. ¿Acaso has participado en un concurso? Veo palabras subrayadas... Apuesto a que debiste usarlas sí o sí en el relato, ¿no? Je, je.

    Lindo relato. Nos vemos en la próxima. ¡Saludos!

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    1. jejejeje Yo diría que se equivocó de pastilla el pobre, y sin saberlo.XD
      A partir de ahora no verá a los monos de la misma manera... (y creo que yo tampoco >_< )

      Más que un concurso es un juego. Lanzan unos dados con imágenes y tienes que escribir un relato donde salgan las nueve imágenes, que en esta tirada eran las palabras que subrayo. Es divertido ver cómo se van entrelazando las palabras y al final surge una historia :D

      ¡Gracias por el comentario! ¡Saludos! ^^

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  4. jojojo, vaya colocón! Un mal viaje sin duda. Por historias que me han contado, lo viven y lo recuerdan como si fuera palpable así que.....será la mala pasada de nuestra mente pero es real en cierta manera. Es genial Carmen, me encantó. El maravilloso mundo del lsd, ajjaja. Vaya tela con el colega de Dani, que capullo. Podía haber puesto una etiqueta o guardarlas en otro lado. Un abrazo fuerte :)

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    1. Jajajajaj sí, pobre... lo pasó mal de verdad XD
      Y su amigo es un mamón, que encima va y se parte de él cuando se da cuenta de lo que ha pasado jeje
      Muchas gracias! Me alegro de que te haya gustado :)
      Un abrazo!!

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  5. Me encantó Carmen, esa confusión entre lo real y lo imaginado te tiene en vilo hasta el final y la interpretación que deduzco aun me despierta más la imaginación, pero no la comentaré aquí para no influir en la que se lleven otros lectores. Eres una maestra de la intriga. Un besote y felicidades

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    1. ¡Hola guapísima!
      Muchas gracias, jeje Me alegro de que te haya gustado la confusión creada ;)
      O_o ¿Maestra? Uooohhh jeje Me voy a poner roja ^^ No creo que sea para tanto, pero se agradece de verdad :D

      Un besote!! Y a disfrutar del puente ^^

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