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Los Guardianes de la Luz (2)


¡Hola, amigos! Lo primero, disculparme por haber tardado taaaaanto en publicar esta segunda parte de la historia del reino de Baboo... La verdad es que entre unas cosas y otras, y que lo que había escrito no me gustaba nada, lo dejé de lado. Pero, por fin, he podido coger de nuevo el hilo de la historia ^^ 
No voy a decir que no tardaré mucho en subir la continuación, que luego me toca comerme las palabras con patatas (T T) Pero lo intentaré. De veras que lo intentaré. (¡¡A ver si ahora que le he pillado el hilo no lo pierdo!! XD)
En fin, os dejo con la lectura, que es a lo que habéis venido, ¿verdad? jeje  :D ¡Feliz lectura! ¡Ah! Y si os gusta, ya sabéis, compartirlo para que otros también lo puedan leer ^^  Y aquí estaré por si queréis comentar algo ;) ¡Abrazo, compis!

Clica para ir a la parte anterior: PARTE 1

-2-

Puerta, Antigua Puerta, Iglesia, Vieja Iglesia, Óxido


Los niños soñaron lo mismo aquella noche. Una gran sala de altas columnas. Un espejo. Y una puerta enclavada en la roca de una alta montaña.

La llave vibraba con mayor insistencia y comenzó a brillar con fuerza.



«Es la hora.»

Nathaniel fue el primero en levantarse de su catre. El día comenzaba a abrirse paso tiñendo el cielo de tonos rosados. Se giró hacia sus padres. Aún dormían. Con cuidado, caminó despacio y les dio un tímido beso.

Sujetó la llave con fuerza en la mano y corrió hacia el exterior. Conocía la montaña del sueño. Y no estaba muy lejos.



Joshue, en cambio, despertó en mitad de la noche. Sentía una extraña mezcla de sentimientos. Por un lado, estaba emocionado con la idea de vivir una aventura como las que había visto miles de veces en la tele o en el cine. Pero, por otro, le asustaba. ¿Y si se estaba volviendo loco? No era muy normal encontrarse con llaves que hablaran en un mundo donde el raciocinio y la ciencia predominaban sobre cualquier resquicio de magia...

Miró por la ventana. La ciudad estaba iluminada por infinidad de luces. La llave vibró en su mano.

«Es la hora.»

Aunque su lado más crítico le decía que era mejor quedarse en casa, apretó la mano con fuerza y sacudió la cabeza para espantar los fantasmas que le adormilaban.

—No seas tonto, Joshue. ¡No tendrás otra oportunidad así en tu vida! —se dijo a sí mismo.

Cerró los ojos y cogió aire. Conocía de sobra la montaña que había aparecido en su sueño. Era la misma que había subido miles de veces para hablar con su padre cuando se sentía solo.

Se puso una chaqueta y salió de su cuarto sin hacer ruido.

—Volveré pronto, mamá —susurró frente al sillón donde su madre se había quedado dormida.



«Alicia, es la hora».

La pequeña se revolvió en el regazo de su madre. La radio sonaba desde otra habitación, dando noticias sobre el avance de la guerra. Metió la mano en el bolsillo y agarró la llave con fuerza mientras se limpiaba las lágrimas con la otra. La luz violácea iluminó su rostro cuando la sacó. Era una luz tan cálida... El miedo parecía desaparecer por momentos.

—De acuerdo —dijo con un suave murmullo—, ya no tendré miedo. Te lo prometo. Pero mami...

Asintió con la cabeza y sonrió.

Cuando alcanzó la puerta, tuvo la sensación de que el tiempo se detenía. La lumbre de la chimenea, que bailaba al son de la brisa, se congeló. La cría miró a su alrededor fascinada.

—¡Tenías razón! Así seguro que mami no se dará cuenta de que he salido —comentó divertida.

Hacía días que solo pensaba en su antigua casa, en los abuelos, en el parque de debajo de su casa... Y por mucho que le decía a su madre que quería regresar, ella siempre le contestaba que no debían salir de allí por nada del mundo, que si alguien las encontraba pasarían cosas muy malas. Pero desde que la llave apareció, le atraía muchísimo el mundo que veía en sus sueños. En él, ella era valiente y no asustadiza como lo era siempre. Así que cuando la llave le prometió que no pasaría nada porque se fuera, que haría que nada cambiase hasta que regresara, decidió lanzarse a la aventura y buscar esa montaña de roca rojiza que había visto en sueños y que la llave le dijo que no estaba lejos.



Llegaron a la base de la montaña. Buscaron la puerta y encontraron una, de madera oscura y de pequeño tamaño, escondida entre unos matorrales. Llave en mano, cada uno de los niños se las arregló para quedar frente a ellas.

La puerta tenía una cerradura. Y era tan vieja como la propia llave. 

Había llegado el momento. 

Nathaniel no se lo pensó dos veces. Introdujo la llave y la giró sin titubear. Joshue miró hacia atrás un instante antes de girarla. Aún sentía cierto temor. Alicia, en cambio, arropada por el valor que le infundió el hecho de que el tiempo se detuviera, la giró con los ojos llenos de ilusión. ¿Qué escondería esa puerta tan vieja?



—¡Ya vienen!

Noki estaba tan nervioso que apenas podía estarse quieto junto a Blidinois, más conocido en el reino como el Gran Sabio, quien manejaba su cetro para invocar a los guardianes. La puerta frente a la que estaban comenzó a destellar como si al otro lado una fuerte luz violeta quisiera abrirse paso a través de las ranuras.

—Noki, ahora necesito que te separes un poco —le pidió el gran sabio, estirando el cetro para dejar paso.

La puerta chirrió y se abrió.

La luz era tan potente que el primer guardián tuvo que taparse la cara con el brazo.

El primero en aparecer fue un niño pequeño de piel oscura que miraba boquiabierto todo lo que le rodeaba. Blidinois se acercó a él y le cogió de la mano con ternura.

—Bienvenido, Nathaniel. Te estábamos esperando —dijo con sonrisa franca. 

El niño le miró con una sonrisa de oreja a oreja. Ese señor mayor le resultaba divertido.

Le colocó a su lado justo al tiempo que una niña cruzaba el portal. Estaba fascinada por la sala que la acababa de recibir. ¡Era la de su sueño!

—Bienvenida, jovencita —saludó el sabio— Te estábamos esperando.

Alicia le miró y sonrió.

—Encantada de conocerle, señor.

—Ven, ponte a mi lado, por favor.

El último en entrar fue Joshue. Lo primero que vio fueron unos enormes ojos color canela que le miraban con curiosidad. Era una niña, algo más pequeña que él.

—Bienvenido, Joshue. Estábamos esperándote —comentó el anciano.

El niño miró a su interlocutor y carraspeó.

—Hola. Perdona, pero ¿dónde estamos?

La puerta dejó de brillar y se cerró de golpe haciendo que los tres niños se giraran sobresaltados hacia ella.

—Bienvenidos al reino de Baboo —dijo un hombre bajito de color verde y con un sombrero de piel. Los niños le miraron con sorpresa, ninguno de ellos se había dado cuenta de su presencia hasta que habló por primera vez.

Un pequeño colibrí empezó a dar vueltas alrededor de los chavales para saludar.

—Vamos, Popi, no seas maleducado. Vas a marear a nuestros invitados. —Noki intentó coger al pequeño pájaro de mil colores, pero no se dejaba atrapar—. ¡Mira que llegas a ser testarudo!

—Bueno, muchachos, —el Gran Sabio se colocó frente a los niños—, dejadme que me presente. Me llamo Blidinois y soy el señor de estas tierras lejanas.

—¿Eres tú el que nos ha llamado? —preguntó Joshue.

—Así es. —Sonrió—. Os he invocado a los tres porque vuestra tierra os necesita.

—¿Cómo que nuestra tierra?

—¡No lo recuerdan! —Noki se paró en seco a la vez que el colibrí, despistado como iba revoloteando a su alrededor, se chocó contra su brazo—. ¡Qué catástrofe!

Blidinois soltó una fuerte risotada.

—¡Noki! Siempre igual... ¿Desde cuando has dejado que el miedo sea más fuerte que tú? Es lógico que su memoria tenga ciertas lagunas. Pero, ¿acaso no recuerdas para qué sirve esto?

El hombre señaló un espejo alto en un marco plateado con forma de dragón.

—¡Claro! ¡El espejo!

—Perdonad a mi leal compañero, está muy nervioso. Pero os aseguro que detrás de esa faz temerosa se encuentra un servidor leal y valiente como pocos de los que aquí habitan.

»Pero dejemos la palabrería. Lo mejor será que vosotros mismos lo descubráis. Venid, acercaos.

»Colocaos frente al espejo, por favor.

Los niños asintieron y se fueron colocando frente al enorme cristal.

Cuando se miraron al espejo, el reflejo no devolvió su imagen como esperaban. Para su sorpresa, frente a cada uno de ellos, se alzaba la imagen de jóvenes que nada tenían que ver con ellos.

Joshue era un joven de pelo oscuro y revuelto que sujetaba un arco a su espalda. Vestía un traje anaranjado que parecía haber salido de una película de fantasía.

Alicia era una joven que rebosaba fuerza desde cada poro de su piel. Llevaba una armadura plateada y una espada en la mano. Y su cabellera, larga y ondulada, salía en forma de cola de caballo desde el casco que cubría su cabeza.

«Wow...» pensó al verse de esa manera.

Nat se miró a sí mismo y colocó los brazos en jarra mientras sonreía satisfecho. Era un joven alto y fornido vestido con una camisola clara y pantalón oscuro. Llevaba el pelo muy corto y un pañuelo en su frente.

—¡Arrrrrr! —gritó levantando la mano en la cual el reflejo llevaba una espada—. ¡Soy como un pirata!

—Ahora —intervino el sabio—, tocad vuestro reflejo, por favor.  

***

—Por fin...

Un hombre alto y delgado, vestido con una túnica larga y negra, paseaba despacio sujetando algo entre sus manos. Su rostro parecía el de un hombre que no probaba bocado desde hacía mucho tiempo. Su nariz, delgada y recta, era como una flecha que se detenía sobre el labio superior, fruncido en una especie de mueca estrafalaria a modo de sonrisa.

Caminó hacia el centro de la sala donde un soldado esperaba arrodillado a que su señor le felicitara por su hazaña.

—Has hecho un buen trabajo.

El hombre levantó la vista, orgulloso.

—Gracias, mi señor.

Volvió a agachar la cabeza, sumiso, y guardó silencio de nuevo.

—Estoy deseando ver la cara de ese al que todos llaman sabio cuando vea que su preciada reliquia ya no se encuentra en su poder...

Dejó a su leal súbdito en la sala y se dirigió hacia el ventanal del castillo desde el cual podía verse, muy de lejos, la montaña del templo donde se escondía ese cobarde de Blidinois. Se apoyó en el alfeizar y sus dedos se tornaron blanquecinos de apretar con fuerza la piedra.

—Estúpido... Nunca debiste entorpecer mi camino. Y pensar que confié en ti... Me pongo enfermo. —Hizo un gesto de asco con la cara y resopló con fuerza. A lo lejos, un tenue reflejo lila tiñó por unos instantes el cielo, cerca de las montañas de Baboo—. Vaya, vaya... Veo que has intuido lo que está a punto de pasar, ¿verdad, hermano? —Recalcó la palabra «hermano» coronándola de rabia y odio.

Se volteó y caminó con decisión hacia la sala. El soldado seguía arrodillado esperando órdenes. Iba a enviarle al parlamento para que reuniera a los jefes de su ejército cuando un duende entró distraído en la habitación, interrumpiendo su discurso.

Al ver a su amo, el sirviente se detuvo en seco, palideciendo el tono verde de su piel.

—¡Oh! ¡Mi... mi señor! No... no sabía que aún estaría despierto...

El pequeño hombrecillo no sabía dónde meterse. El soldado le miró de soslayo sin atreverse a levantar la cabeza.

Blondgar no dijo palabra. Miró al sirviente con desprecio. Levantó los dedos de la mano derecha y le señaló. Su iris se tornó negro y, en cuestión de segundos, el hombrecillo desapareció envuelto en una nube negra que, al disiparse, dejó un olor rancio y pestilente.

***

Al día siguiente de que los guardianes regresaran de su exilio, el viejo duende de piel verdosa y cabello anaranjado, estiró de la cometa que se mecía con suavidad junto al gran árbol, hogar del guardián. Desató la cuerda y se la lió en el brazo; unos destellos de luz blanca salieron de los dedos y fueron absorbidos por la soga. Como si la cometa fuera la que guiaba al viento, el hombrecillo se alzó por los cielos, volando raudo hacia el templo.

En lo alto de una montaña de roca negra, veteada con filamentos de minerales blancos y brillantes, se alzaba el Templo de La Luz Sagrada. Imponente en cuanto a tamaño, destacaba sobre la roca por la claridad de su piedra, sacada de las minas del Sur dónde cientos de pequeños babunakes (seres con la forma de un topo, garras de hierro y mortíferas mandíbulas) trabajaban sin descanso para el reino.

El guardián guió la cometa hacia lo alto de la montaña. Descendió con premura y, al tocar el suelo, dio un traspié y rodó hasta quedar junto a la escalinata que ascendía hacia la puerta principal. Se incorporó con torpeza y corrió escaleras arriba.

—¡Noki! —El duende paró en seco al encontrarse de bruces contra el guardia del templo— Ya conoces las normas: en el templo se ha de guardar silencio —aseveró, levantando la lanza que había cruzado frente a él para frenarlo.

—¡Tengo que ver a Blidinois! —Exaltado, comenzó a caminar nervioso de un lado a otro mientras repetía: «Es una catástrofe... ¡Es una catástrofe!» como si se tratara de un mantra. Se detuvo en seco, consciente de que el guarda no entendía nada de lo que decía, y añadió—: ¡Ese lunático lo ha hecho! ¡Se ha llevado la piedra!

La tez del soldado palideció.

—¿La... la piedra? —No podía ser verdad. La piedra estaba protegida y escondida desde hacía siglos gracias a la magia del Gran Sabio. Cogió a Noki por el cuello de su camisola—. Eso que dices no tiene ningún sentido.

—¡¿Y para qué narices iba yo a mentir sobre eso?! ¡Te digo que la piedra ha sido robada!

El guardia escrutó al pequeño hombrecillo con severidad. Sudaba y no paraba de frotarse las manos con un más que evidente nerviosismo.

—Si lo que dices es cierto...

Corrió hacia el interior del templo, dejando a Noki en la puerta de acceso. Al verse solo, dio un pequeño respingo y salió corriendo detrás de él con Popi volando lo más veloz que sus pequeñas alas le permitían para alcanzarle.



—Vamos Noki, cálmate. Ya sabíamos que esto podía pasar. El anciano intentaba ocultar su preocupación con una sonrisa—. ¿Para qué sino he invocado a los demás guardianes?

—Pero, aún así, que la piedra haya desaparecido ¡es una catástrofe! Además, ¿y si la tiene él?

—Si la tiene él, nos encontraremos ante una amenaza terrible, ¿no crees? —Blidinois aguardó un instante y sonrió con ternura para sentenciar—: Pero no será nuestro final. No somos tan ingenuos como él cree.

Noki bajó la mirada al suelo y asintió. Era cierto, la piedra en sí no tenía valor sin el cetro que su señor llevaba siempre consigo. Pero su viejo amigo no dejaba de ser demasiado confiado. Desconocían los motivos por los cuales la habían robado. ¿Y si se trataba de él? ¿Y si había encontrado la manera de destruir por fin su luz? No podía dejar de estar nervioso y no comprendía cómo el Gran Sabio podía estar tan tranquilo.

—Te voy a contar algo que he preferido olvidar con el paso del tiempo, Noki. —El viejo se acercó a la ventana de la sala mientras levantaba sus ojos azules al cielo—. La Piedra de la Luz era la reliquia más poderosa de todas las que tenía padre en su poder. Una gema capaz de dar luz u oscuridad a todo aquel que lo poseyera.

—No sabía que la piedra también podía esconder oscuridad...

—Así es, amigo mío. Luz y oscuridad. Bien y mal...

»Padre era consciente de que su poder era demasiado peligroso; todos los hombres guardamos una parte oscura en nuestro ser y la gema era capaz de desatar de tal manera esa oscuridad que lograba nublar el juicio de aquel que lo escondiera. Así, unos verían brillar su luz con intensidad y otros, en cambio, quedarían envueltos por sus tinieblas.

»El día que padre murió, —el sabio dejó escapar un suspiro antes de continuar. Su voz pareció debilitarse—, recibió la reliquia como herencia, por ser el mayor de los dos. Pero lo que él creyó que sería su fuente de poder, se convirtió en su pesadilla. La piedra absorbió la luz que le quedaba. La envidia, el odio, la sed de sangre... Todo ese mal le llenó por completo. Y, entonces, pasó. Era tal el mal que desprendía, que corrimos el riesgo de que todo nuestro reino desapareciera. No tuve otra opción, pequeño amigo. Tuve que hacerlo... Tuve que robarla... No me perteneció porque el rey así lo deseara. Pero no me quedó otro remedio. Debía purificarla...

Miró el cetro donde antes estuvo la reliquia de sus antepasados. Si su hermano conseguía descubrir que traspasó parte del poder de la piedra al cetro, estarían perdidos. Ya no era el mismo; ni siquiera sin la gema en su poder. Aquel extraño mineral había convertido a su hermano en un monstruo. 

Pero era inútil preocuparse. En aquellos momentos, solo podía hacer una cosa: confiar en que sus guardianes lograran alcanzar su objetivo.  

Continuará...

Obra registrada a nombre de Carmen de Loma en Safecreative.

Comentarios

  1. Si que te haces de rogar Carmen!
    No sabes la de veces que me he asomado a ver si había letras nuevas por aquí.
    Ya, no soy el más indicado para reprocharte, lo sé.
    Que buena pinta la historia. Nathaniel, Alicia y Josue prometen como guardianes. El sabio parece simpatico y Baboo... creo que es justo la magia que necesitaba.
    En fin, bievenida!
    Un besazo!
    Y gracias por el ratito.

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    Respuestas
    1. Hola Miguel Ángel!! Muchisimas gracias!! Me alegro de que la magia de la historia te sea útil ^^ Jeje
      La verdad es que sí, me he columpiado un poco... Pero a veces más vale tardar que no subir algo que no termina de gustarte, verdad? Pero aquí estoy para darle caña de nuevo, así que ;P jejeje
      Un abrazo bieeeeeeen fuerte y a por la semana con garra, compi de letras!! :D

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  2. ¡Hola! La espera ha merecido la pena, la historia se pone interesante.
    Seguiré atenta para no perderme nada, ya que intuyo que a partir de aquí comienza una gran aventura .
    Saludos:-)

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  3. Hola Lebasi!! Muchas gracias por la paciencia ^^ La verdad es que me he alargado mucho esta vez... Pero estoy ya con la siguiente parte, así que ;P jeje
    Y gracias por pasarte por aquí :)
    Un abrazo!!

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