El Vampiro de Düsseldorf.
Basado en hechos reales, aunque la entrevista en sí es ficción.
Título: M, el vampiro de Düsseldorf
Autor: Jota Han
Cuando entré en aquella
fría sala de la cárcel de Colonia sentí un escalofrío. Me saqué el sombrero
y mientras lo dejaba en la percha que había al entrar eché un
vistazo a la austera habitación. Las paredes eran de hormigón
armado y la luz de la lámpara le daba un aire frío e impersonal.
Abrí mi bloc de notas y humedecí la punta del bolígrafo con la lengua, una mala
costumbre que mi bendita esposa siempre me recrimina.
Me acerqué a la única
mesa que había en la sala y me senté en la silla a la espera de mi
interlocutor. Estaba nervioso. ¿Cómo no estarlo? Por fin había
conseguido la entrevista que me alzaría como uno de los periodistas
más importantes de la época. La entrevista a uno de los mayores
asesinos de la historia de Alemania. Dejé el bloc abierto sobre la mesa y esperé golpeando una y otra vez la madera con los dedos.
La puerta de hierro que
tenía frente a mí se abrió. Un policía —vestido que parecía un
soldado— se introdujo en la sala colocando su arma frente al pecho.
Sentí que mi pulso se aceleraba. Dejé el bolígrafo sobre la mesa y
pasé mis manos por las piernas para secar el sudor que las empapaba. Detrás entró un hombre ataviado con un mono gris. Era de mediana estatura,
con el pelo rasurado y una orejas ligeramente separadas, un tipo que
me resultó muy diferente a la imagen que tenía de la ficha policial
que me habían conseguido y en la que se le veía ataviado con un
traje oscuro y una corbata bien puesta, pareciendo un auténtico
señor. Al entrar me observó en silencio y dibujó una ligera
sonrisa. El policía que entró
en último lugar, le empujó y le obligó a sentarse frente a a mí,
atando la cadena que llevaba alrededor de los pies a las patas de la
mesa. Se dirigió hacia la puerta y salió. El primer hombre cerró y
se colocó frente a la puerta sin dejar de sujetar su arma con
fuerza.
—Bien, señor Kürten
—dije carraspeando para eliminar los nervios que me producía tener
a un asesino como aquel delante de mis propias narices—. En primer
lugar, agradecerle que me haya concedido esta exclusiva. —Peter
Kürten me miró sin decir palabra. Se apoyó en el respaldo de su
silla y escupió a un lado de la sala. Tragué saliva. Iba a ser más
difícil de lo que pensé. Mi primera pregunta debía ser la acertada
o tenía la impresión de que iba a ser la entrevista más corta de
la historia—. Bueno, empecemos...
—Empecemos —respondió
sorprendiéndome.
—Esto... —tosí para
centrarme de nuevo—. Ha sido declarado culpable de más de 80
agresiones, de haber cometido nueve asesinatos y ocho intentos
fallidos. ¿Hay algo que le gustaría explicar antes de ser ejecutado
mañana?
El hombre se quedó
pensativo un instante. Me miró y sonrió con una frialdad que me
heló la sangre.
—No sea hipócrita,
señor Müller. Sus queridos lectores no quieren leer las últimas
palabras de un condenado a muerte. —Entrelazó los dedos sobre la
mesa y se acercó ligeramente a mí—. Sus lectores, mi querido
periodista, lo que quieren es escuchar de mi propia boca los detalles
más escabrosos de mis crímenes. —Volví a tragar saliva. Era listo el
condenado. Eso era precisamente lo que esperaba obtener de aquella
entrevista, los detalles de aquellos horribles asesinatos y que jamás
trascendieron—. ¿No es cierto? —continuó diciendo, acentuando
su sonrisa macabra.
—Tiene razón —admití
dejando escapar un suspiro. Pero de hecho me había ahorrado tener
que buscar el modo de llegar a ello. Él mismo me había abierto el
camino. Así que fui directo al grano—. Dígame, ¿es cierto que se
bebió la sangre de aquella pobre criatura?
—La sangre es un
líquido tremendamente atrayente, señor Müller. Su color, ese color
rojo tan brillante que se torna oscuro a medida que se va derramando
desde el interior del cuerpo, es el color más hermoso de la tierra.
—Parecía saborear algún recuerdo mientras decía aquellas
palabras—. He visto una infinidad de tonos a lo largo de mi vida.
Desde el tono más negruzco de la sangre de un animal, hasta la
sangre más pura de una niña.
Colocó sus dedos en los
labios. Sentí náuseas al observar el placer que desprendía aquel
gesto.
—No ha respondido a mi
pregunta. ¿Es cierto que bebió su sangre?
—Así es. —Lo dijo
sin titubear siquiera—. Era la criatura más hermosa que se había
cruzado en mi camino. Joven, atractiva, con ese rostro casi
angelical... Su risa se podía oír de lejos. Y vino a mí ella sola.
Se acercó. Me miró y sonrió como sólo ellas saben hacer. Era
ella. Era aquella por la que sería capaz de transgredir las leyes de
la naturaleza. En mi mano llevaba unas tijeras y no me pude
contener... —Recordaba ese caso. Era una niña de ocho años a
quién ese malnacido había apuñalado hasta trece veces con unas
tijeras. Un caso que provocó un verdadero revuelo en Düsseldorf y
por el cuál a ese degenerado se le apodó vampiro—. Su sangre bañó
mis manos. Bañó mi rostro. Y tras lamer mis dedos con su sangre
tomé su cuerpo y absorbí el líquido sagrado que aún estaba sin
derramar dentro de sus venas.
Iba escribiendo cada una
de las palabras de aquel sádico. Y mientras escribía, un
remordimiento y un sentimiento de culpa por haber entrado en su juego
me fueron minando el ánimo. No tuve que preguntar nada más. Él
solo me fue relatando cada uno de los casos en los que sus víctimas,
casi todas niñas, perdieron la vida de modo brutal, siendo agredidas
sexualmente pre y post mortem. Cuando cesó en su explicación,
extasiado por el mero hecho de recordar el dolor y el sufrimiento de
sus víctimas, noté cómo el sudor caía de mi frente. Asqueado, con
el estómago revuelto por el detalle de sus descripciones, con los
ojos humedecidos por el dolor que me suponía pensar en aquellas
pobres crías, dejé el bolígrafo sobre la mesa y cerré el bloc de
notas. Sin esperar a que terminara el tiempo que teníamos
establecido para la entrevista, me puse en pie y con un odio infinito
hacia aquel que estaba frente a mí, dije:
—Ojalá mañana arda
en el infierno, desgraciado...
—Señor Müller,
¿quién es más sádico? ¿El que realiza la acción, o el que busca
el morbo de leer sobre ello al cobijo de un periódico, buscando como
excusa el que se haga en nombre de la libertad de prensa?
Aquello fue un golpe
bajo que hizo que mi entereza se tambaleara. Yo mismo había
imaginado miles de veces cómo habrían tenido lugar aquellos
asesinatos y moví cielo y tierra para conseguir aquella maldita
exclusiva.
—No me juzgue —dije
intentando calmar mi conciencia cada vez más alterada—. Aquí el
único sádico es usted. ¡Y mañana estaré en primera fila para ver
cómo le cortan la puta cabeza!
Kürten pasó los dedos
por su cuello y dijo:
—Hablando de eso...
«Dígame, cuando me hayan decapitado, ¿podré oír siquiera un
momento el ruido de mi propia sangre saliendo del cuello?»1
1-.
Última frase de Peter Kürten antes de morir en la guillotina en la
ciudad alemana de Colonia, día que casi coincide con el estreno del
film de Fritz Lang en 1931. (Fuente Wikipedia)
Obra registrada a nombre de Carmen de Loma en SafeCreative.
¡Hola compañera! Vaya por delante que, aunque me gusta la imagen y el carácter oscuro que emana, y también me gusta nuevamente el desarrollo que haces del texto, los personajes en sí me han generado una palpable repugnancia jaja.
ResponderEliminarAunque el "vampiro" tenía muchas papeletas para ganarse mi antipatía, no es menos cierto que, como le pregunta al periodista, no andan por caminos tan separados porque...¿realmente hay necesidad de conocer los detalles de las muertes al dedillo? ¿no es sino una información de dudoso interés a un nivel que no sea morboso? Difícil dar una respuesta simple.
Bueno, en resumen, bien desarrollado y narrado el texto :) Y bien ilustrado, felicidades a ambos. Si volvéis a colaborar avísame :)
¡Hola José Carlos!
EliminarNo me extraña que te dieran repugnancia, ambos, uno por ser un ser tan despreciable, capaz de hacer las aberraciones que hizo, y el otro por buscar el morbo y sacar partido de esas tristes muertes...
En fin, objetivo logrado! jeje Muchísimas gracias por tus palabras. Me alegro mucho que te haya gustado, y seguro que Jota Han también agradece el que te gustara su obra ^^
¡Un abrazo compañero! Y que pases un gran día :)
¡Muy buenas Carmen!
ResponderEliminarAcabo de leerlo y te ha quedado genial, bien escrito y bien documentado. Además me gusta el momento que has escogido, después de los crímenes.
El final de tu relato me ha gustado especialmente, con la realidad del morbo que nos dan estas cosas y la frase real de Kürten.
José Carlos estoy de acuerdo contigo, y gracias por la parte que me toca, me alegra que te guste.
Un abrazo Carmen, gracias y enhorabuena. Y Lo dicho, que espero que hagamos más colaboraciones...
¡Hola Jota Han!
Eliminar¡Cuánto me alegro de que te haya gustado! La verdad es que esa última frase ya deja entrever lo poco equilibrado que era, y su obsesión por la sangre.
Y en cuanto a más colaboraciones, yo encantada, ya sabes que me encanta tu obra, así que, cuando quieras :D
¡Un abrazo muy fuerte! Y hasta la próxima ^^
Pufff, vaya par estos personajes... demasiado para el gusto de nadie, bueno si... para los afines a ello.
ResponderEliminarLo haslogrado, Carmen, transmitir repugnancia, mis felicitaciones.
También para el ilustrador, buen trabajo, no cabe duda!
Saludos amigos :-)
Hola guapa!!
EliminarMuchas gracias! Eso es lo que pretendía, dar repugnancia...
Un besote!! Y gracias por leer y comentar :D Feliz semana!! ^^