Letargo Eterno
Cada noche aguardaba
en silencio su llegada.
Entraba despacio,
con aire cansado, y se tumbaba sobre la cama sin desvestirse
siquiera. Los días eran siempre iguales. Las mismas historias, las
mismas peleas, los mismos problemas...
Aquel no era sino
otro día más de esos en los que veía su vida escapar entre cuatro
paredes, esos en los que sentía que nada podría sacarla de su
cárcel de piedra.
Pero allí estaba
él. Siempre oculto entre las sombras, siempre sigiloso, vigilante de
sus pasos y tropiezos. Cada noche la veía llegar, tumbarse,
desvestirse; soñar y llorar por lo que creyó que jamás llegaría a
ella. Y dentro de su pecho, enterrado dentro de lo que una vez fueron
jirones de piel y hueso, sentía cómo se despedazaba parte de su
corazón al verla sufrir así.
La amaba.
Se acercó a ella;
parecía moverse sin apenas tocar el suelo. Estaba tumbada,
acurrucada sobre su lado derecho. Su piel pálida y sus ojeras le
indicaron que había vuelto a llorar y tuvo ganas de gritar de rabia
e impotencia de ver cómo se le diluía el alma, descansando sobre su
lienzo de sueños rotos.
Acercó su mano
hacia la melena de aquella que le había despertado de su letargo
eterno y paseó con suavidad sus largos dedos por ella. Sabía que ni
siquiera notaría sus caricias. Pero aún así la acarició de nuevo.
Si supiera lo cerca que estaba de ella, que nunca la dejaba sola...
Pero las normas impedían que él, un ángel de la muerte, pudiera
siquiera soñar con amar a un vivo.
Cuando llegó la
noche, la mujer no tuvo pesadillas. Soñó con alguien que le resultó
familiar, ¿quizá un soldado de los que solían frecuentar la
taberna?, no podía recordarlo; pero sintió que le conocía de algo.
Estaba sentado a su lado, con una sonrisa escondida en los labios. La
miraba de reojo con una mezcla de timidez y ternura que revolvieron
su pecho provocando que, por primera vez en mucho tiempo, su corazón
latiera de nuevo.
A partir de
entonces, cada noche se repetía el mismo sueño: la taberna, el
desconocido, las sonrisas... Y, con la luna nueva, la intimidad entre
ambos se hacía mayor: llegaron los primeros roces, las miradas
cargadas de complicidad y los pequeños detalles que hicieron que
ambos entraran en una espiral ascendente hacia nuevos sentimientos.
Confianza. Cariño. Calor y deseo.
El día que por fin
ambos se fundieron en un beso, al despertar, se tumbó boca arriba
sobre el colchón de lana. Perdió su mirada por el techo
abohardillado y suspiró al notar la lágrima que se deslizaba con
suavidad arrastrada por la gravedad.
«Si al menos él
estuviera aquí...»
—Estoy aquí, mi
niña... —susurró, acercándose aún más a ella hasta besar con
delicadeza la lágrima caída—. Pero no puedes verme. Ni siquiera
sentir mi presencia... —Se puso en pie, dándole la espalda, y pasó
ambas manos por su cabello negro, que parecía mecerse como si
estuviera bajo el agua, revoltoso y juguetón—. Maldita sea...
Ella solo conocía
los besos de los vivos, de aquellos tipos sin escrúpulos que se
entregaban al placer de yacer con una mujer por dinero, exigiendo los
caprichos más lascivos. Pero el que le había dado su caballero
caminante de sueños era el beso más tierno que jamás había
sentido.
Se giró hacia
ella.
—Si supieras que
es el beso de un ángel de la muerte...
* * *
Una tarde la mujer
entró corriendo en la habitación. Su ropa estaba hecha jirones y su
labio partido. Se lanzó sobre la cama y lloró desconsolada,
abrazada a la almohada. Estaba harta de la vida que le había tocado
vivir. Harta de servir para ese malnacido que la forzaba cada vez que
terminaba su jornada.
El ángel de la
muerte la observaba desde la puerta. Sus ojos enrojecidos por la ira y apretando los puños con rabia.
Cuando las lágrimas
dejaron de caer, decidió que había llegado el momento de hacer lo
que hacía días que le rondaba por la cabeza. Se había terminado el
ser una simple sierva. Se acabó el dejar que otros usaran su cuerpo
para su propio goce.
Cuando el ángel
notó en su interior lo que estaba dispuesta a hacer, las lágrimas
emborronaron su mirada. «No... ¡No lo hagas!».
El cuenco roto
sesgó la carne y de las venas empezó a emanar su líquido vital.
A medida que las
fuerzas empezaban a desaparecer, cuando su cuerpo apenas si podía
mantenerse en pie, una sombra a su lado la sobresaltó: una figura
alta y desgarbada, con ropas oscuras que se mecían al ritmo de su
cabello negro y de entre las cuales sobresalían dos alas oscuras de
plumas brillantes y sedosas. Alzó la mirada hacia su cara y...
—T...Tú...
—balbuceó con una mezcla de sorpresa y agotamiento.
—¿Puedes verme?
El ángel ladeó la
cabeza observándola con curiosidad. ¿De veras podía verle? ¿A él?
Ella agarró la
muñeca que no dejaba de sangrar y se acercó, tambaleante,
observando con ojos muy abiertos la cara de aquel al que tanto había
llegado a desear entre sueños.
—Mi... Mi
sueño... Tú... —palabras inconexas surgían de una mente
desequilibrada que se apagaba con cada latido.
Él intentó
sonreír.
—Mi niña...
La mujer perdió el
equilibrio y fue a parar a sus brazos. En aquel momento, entre la
vida y la muerte, los dedos afilados del ángel por fin tocaron el
frágil cuerpo de su amada.
—Mi ángel... Mi
ángel de la guarda... —consiguió decir entre susurros— ¿Siempre
has estado a mi lado?
—Cada noche, mi
corazón roto... Pero no podía hacerte saber que estaba aquí.
—Desvió la vista frunciendo ligeramente el ceño—. Y sigo sin
comprender como es que ahora puedes verme y yo tocarte.
Ella sonrió feliz.
Qué ciega había estado todo ese tiempo. Nunca había estado sola. A
su lado siempre estuvo su guardián. Y no uno cualquiera, sino aquel
que cada noche la hacía volar hacia el paraíso.
Alargó sus manos
ensangrentadas hacia él y tomó su rostro con ellas, acercándolo a
sus labios.
* * *
Un beso. Un solo
beso bastó para que su corazón se detuviera.
La muerte se la había llevado consigo.
Canción que puedes escuchar mientras lees la historia y que me ha servido de inspiración.
Autor y canción: Harry Styles. "Sign of the Times".
Obra registrada a nombre de Carmen de Loma en SafeCreative.
Fascinante Carmen! Como siempre!
ResponderEliminarMil gracias, Míster!! ^^
EliminarSimplemente genial, abrazo grande, Carmen.
EliminarHombre, Andrés! Qué alegría tenerte por aquí de nuevo ^^
EliminarMuchas gracias, me alegro que te haya gustado :)
Abrazo grande que se va de vuelta ;)
Angel de la guarda, dulce compañia! Lástima tener que morir para estar juntos! o no tan lástima llevando esa vida, verdad? Muy tierno y místico, siempre con ese saborcillo tan romantico.
ResponderEliminarUn abrazo Carmen! Gracias abriste el apetito de mi pluma!
Hola, Miguel Ángel!!
EliminarMuchas gracias ^^ Sin duda, es una pena que tenga que morir para que puedan verse... Pero, como bien dices, su vida tampoco es que fuera un camino de rosas, pobre...
Ah! Y, por cierto, me alegro muchísimo de que haya despertado tu pluma :) Sabes que siempre me gusta lo que escribes ;)
Un abrazo bien fuerte!!
Muy bueno, Carmen.
ResponderEliminarPoema hecho relao. Logras crear unas imágenes muy románticas.
Abrazo ensangrentado!
Buenas, Fede!! Que ilusión tenerte por aquí!! Mil gracias por tus palabras ^^ Me alegro que te haya gustado :) La verdad es que si, me ha quedado un poco poético jeje
EliminarAbrazo de vueltaaaaaa