Marejada (Parte 1)
«Siempre me ha gustado el mar. Es
fascinante su inmensidad, su belleza, su fuerza... Me encanta
acercarme al espigón, colocarme sobre las rocas y observar el
horizonte donde el agua es el único paisaje.
Hoy me siento especialmente decaído.
Mi vida ha dejado de tener sentido desde que ella se fue para no
volver. Y ahora no me queda más que la belleza de este silencio que
me rodea, roto únicamente por las olas rompiendo con fiereza contra
la roca.»
Levanté la vista al cielo. Las nubes,
cada vez más negras, empezaron a cerrarse entorno al sol, ocultando
su brillo.
«Hasta el sol pierde su encanto...»,
pensé dejando escapar un suspiro.
Estaba decaído. Demasiado. Y mi mente
se nublaba de tormentos y pensamientos de huída de esta vida que me
ahogaba.
Miré el horizonte una vez más. El
viento empezó a soplar con más fuerza. La humedad empezaba a calar
mis huesos. Subí el cuello de mi parca y metí las manos en mis
bolsillos. Las olas rompían mar adentro bañando la superficie
acuática con su blanca espuma. De repente, algo salió del agua y
volvió a hundirse con gracia tras dar una voltereta en el aire.
Azorado, me acerqué aún más al borde de piedra de aquel viejo
espigón abandonado.
«¿Un delfín tan cerca de la costa?»,
pensé.
Qué equivocado estaba...
* * *
«El mar... Qué inmenso
y hermoso es mi hogar...»
Nadaba entre los bancos
de peces que empezaban a revolucionarse por el oleaje que empezaba a
azotar la superficie. Me encantaban los días de fuerte marejada. Las
olas iban aumentando su tamaño y saltar sobre ellas era lo más
divertido que había descubierto. Mi hermano siempre me decía que
salir a la superficie cuando el mar estaba enfurecido, era la
experiencia más emocionante que había vivido, aunque siempre hacía
especial incapié en que no desplegara mis alas fuera del agua. Y
cuánta razón tenía. Moví mi cola con fuerza y salté fuera del
agua. El aire me azotó la cara, ayudándome a girar y a caer de
nuevo en el seno del océano.
—¡Qué maravilla!
—exclamé girando sobre mí misma.
Abrí mis alas y levanté
la vista. El ruido ensordecedor que azotaba la superficie había
desaparecido al hundirme de nuevo en el agua. Sonreí y cerrando de
nuevo las alas, golpeé el agua con fuerza y me elevé de nuevo. Esta
vez el salto fue mayor, llegando a sacar todo mi cuerpo del líquido
elemento. Pero por instinto, y sin poder evitarlo, dejé que mis alas
se desplegaran al aire. Asustada por el error que acababa de cometer,
intenté cerrarlas, pero el viento las utilizó a modo de velas y me
arrastró con fuerza hacia arriba, alejándome de mi amada casa.
* * *
—¡Joder! —exclamé
al ver que lo que había salido del agua no era un delfín como pensé
en un principio—. ¡¿Pero qué es eso?!
Lo que yo creí un
cetáceo, resultó ser una especie de pájaro con cola de pez. Y,
fuera lo que fuera aquella cosa, estaba siendo arrastrada por el
fuerte viento. Ví como intentaba cerrar las alas pero era incapaz de
coger el control. Empezó a voltear una y otra vez. El viento cambió
de dirección y, para mi sorpresa, empezó a arrastrarle hacia donde estaba yo.
No pude creer lo que pasó
a escasos metros sobre mí. Aquella imagen... Aquel rostro con el que
llevaba días soñando y que me pareció una broma macabra del
destino, pues me torturaba con su sonrisa, haciendome sentir lo que
sentía cuando estaba ella, ahora pasaba ante mis ojos con gesto
asustado. Apenas me vio, envuelta en ese plumaje azulado que adornaba
sus alas. El viento levantó una enorme ola que al romper contra la
roca me devoró. Empapado, busqué a aquel extraño ser. El viento y el agua le habían hecho chocar contra las rocas y yacía inmóvil sobre las
piedras. Corrí hacia ella aguantando el equilibrio como podía al
saltar de piedra en piedra con las olas bañándome cada vez que
llegaban a costa.
Me detuve en seco a un
par de metros. ¿Y si era peligrosa? Nunca había visto una criatura
semejante. Pensé que estaba loco y miré a mi alrededor por si
hubiera alguien cerca que puediera ver lo mismo que yo, pero estaba
solo. Un relámpago cruzó el cielo y la lluvia empezó a caer sobre
nosotros.
No sé el rato que estuve
allí de pie, bajo la lluvia incesante y el fuerte viento, luchando
contra mis propios demonios. Desde que soñé con aquella cara la
desazón y la soledad se habían ido adueñando cada día más de mí.
Creí que tenía superada la ruptura con Ángela, pero cada vez que
soñaba con esa extraña, cada vez que me sonreía, el recuerdo del
amor perdido, el sentir de nuevo calor en mis entrañas, me hacía
despertar más desolado. Llegué a intentar dejar de soñar para no
verla, debía sacar esa cara de mi cabeza, e incluso empecé terapia
porque creí que estaba volviéndome loco. Y, así, sin más, aquel
rostro que me había desquiciado y robado la paz, aparecía frente a mí.
Era una locura. ¿Cómo puede ser que soñara con una cara que ahora
podía contemplar con mis propios ojos? ¿Y lo que era peor, que
perteneciera a una criatura semejante?
Tragué saliva y me llené
de coraje. Salté a la piedra que quedaba a su derecha y, con
cuidado, toqué su cola con la punta de mi zapato...
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Obra registrada a nombre de Carmen de Loma en SafeCreative.
De nuevo tu desbordante fantasía, en el mar esta vez ¿O quizá en el cielo con tu pez pájaro? Continuaré par salir de dudas. Un abrazo!
ResponderEliminar¡Hola Miguel Ángel!
Eliminar¡Cuanto tiempo sin saber de ti! ^^ Sí, ya sabes que mis historias siempre están llenas de fantasía :) Espero que te guste, si te han hecho pasar un buen rato, yo feliz ;)
¡Abrazo!
El mar, inagotable fuente de misterios. Me ha recordado, por la situación de ambos protagonistas, a Movidas Chungas, pero también me ha recordado a ese maravilloso relato de Ray Bradbury: La Sirena. Parece que habrá que seguir leyendo para conocer el final. Enhorabuena.
ResponderEliminarPD: era cierto lo que comentaste en FB, un poquito sí que has desvariado. Pero para bien...
Jeje si, se me fue la imaginación... Y eso que no has leído aún lo demás XD
EliminarMuchísimas gracias por pasarte a leerlo ^^ Y por comentar. Un abrazo!! Y que pases un puente de lo mejor :)