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Chevalier VI

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Boisseau se detuvo en seco. Se giró hacia la entrada y apretó los puños de rabia. El Conde de Goncourt, de pie en la entrada, recorrió la cueva con la mirada y, extrañado, levantó la espada hacia ellos.

-¿Se puede saber qué ha pasado aquí? -dijo señalando los cuerpos sin vida de Claude y Marie-.

-Lo que haya podido pasar no es de tu incumbencia...

Pierre le miró con sorpresa. Los ojos de Boisseau estaban teñidos de oscuridad. Hundidos en un halo de desesperación y rabia que atemorizarían a cualquiera. ¿Había perdido todo resquicio de cordura?

-Barón. ¿Cómo osa decir semejante cosa?

Goncourt se acercó hacia ellos. Boisseau apretó la daga con sus dedos y sujetó con fuerza el brazo de Pierre, que seguía junto a él.

-Lo que haga o deje de hacer con mis criados es cosa mía -dijo con frialdad acercando a Pierre hacia él-.

Acercó la daga a su espalda. Pierre sintió la punta de acero clavarse en su piel, rasgando la camisa y tiñéndola de rojo. Intentó separarse de él, pero seguía prisionero por el brazo de su tío. Goncourt se percató de lo que intentaba y se detuvo.

-Boisseau, deja al chico -dijo con suavidad bajando la espada-. ¿Por qué no hablamos de lo acontecido en palacio? Sólo deseo conocer tu versión de los hechos...

Boisseau pareció contrariado. Pero cuando sus ojos recayeron en Marie, las dudas desaparecieron.

-No tengo nada que decir respecto a eso.

-Boisseau, por el amor de dios...

Goncourt pasó su mano por el rostro. No podía entender el cambio de su amigo. Siempre había sido un hombre noble, de corazón justo. ¿Cómo pudo asesinar sin más a su guardia, perseguir a su criado y asesinarle, y encima usar de escudo a su propio hijo? Miró a Claude y suspiró con tristeza.

-Claude siempre estuvo a tu lado, Jean. Era cómo un hermano para ti -murmuró acercándose hacia el cuerpo sin vida del criado. Se arrodilló junto a él y cerró los ojos abatido-. No puedo creer que hayas acabado con él cómo si fuera tu enemigo...

-Tú no sabes nada -contestó cada vez más enfurecido-. ¡Tú no tienes ni idea de lo que puede llegar a pasar!

-¿Te refieres a esto?

Goncourt se levantó y sacó de su cota el cuaderno de Boisseau.

-¡Mi cuaderno!

-Esto no es más que una excusa, Jean. Y lo sabes...

Goncourt miró de soslayo a Pierre, que parecía no entender lo que estaba pasando. Sentía la daga hundirse poco a poco en su espalda, y el temor a perder la vida y dejar a Marie sin descanso le atormentaba.

-Hagamos una cosa. Deja que Pierre se vaya. Me devuelves la daga que me has robado y olvidaré lo que he visto.

-¡No! ¡No pienso dejar a Marie con este loco! -gritó Pierre revolviéndose para zafarse de él-.

-Pierre, ¡cállate! -gritó Goncourt-.

Pierre enmudeció. Miró a Goncourt contrariado e intentó decir algo, pero la mirada de éste le detuvo. Goncourt volvió a mirar a Boisseau y hundió los ojos.

-Jean. No me obligues a hacer algo que no quiero hacer.

-¡No me vengas con ese tono! ¡No permitiré que tú también te entrometas!

Pierre aprovechó el momento en el que Boisseau se encaró al conde y se liberó de su brazo. Se escabulló de él, arrastrándose por el suelo, y se dirigió hacia Marie.

-¡Maldita sea! ¡Mira lo que has conseguido!

Boisseau corrió hacia Pierre. Vio la espada que Claude le dio y se agachó a recogerla justo antes de llegar a él. La levantó con rabia y golpeó con fuerza el hombro de su sobrino que, desconcertado, se giró a mirar a su tío, dejando escapar un grito de dolor. La espada se hundió en su hombro, cortando la clavícula en dos, y dejando su brazo inutilizado.

-¡Pierre! -gritó el conde-. ¡Maldita sea, Jean! ¡Has perdido el juicio!

Boisseau respiraba agitado. Su pecho subía y bajaba mientras aparecía un ligero temblor en sus manos. Miró a Pierre. Estaba asustado. La sangre brotaba con fuerza de la herida propinada en el hombro. Se dejó caer junto a Marie, apenas sin fuerzas para defenderse de él.

-No debiste entrometerte, Pierre... -murmuró Boisseau con la culpa reflejada en la mirada-. Te quiero más que a mi propia vida, pero este es el destino que me ha tocado vivir...

Pierre no podía hablar. Se sujetó el hombro intentando cerrar la herida y se arrastró junto al cuerpo de Marie.

-¡No la toques! -gritó Boisseau cuando Pierre llegó junto a ella-.

Pero Pierre estaba dispuesto a morir por ella.

Cuando su mano alcanzó su rostro, las lágrimas brotaron, cayendo por sus mejillas hasta humedecer el suelo.

-Pierre...

La voz de Marie le sobresaltó. Miró a su alrededor, pero no pudo ver nada.

-Mi querido Pierre... ¿Por qué?

A su lado, junto al cuerpo sin vida, un haz de luz comenzó a hacerse más intenso. Pierre, asustado, se alejó arrastrando su cuerpo con las piernas hacia atrás.

-Pero qué... -balbuceó nervioso-.

Poco a poco, la luz fue tomando la forma de un cuerpo humano. La melena ondulada de la joven cayó hacia un lado y su rostro quedó visible para ellos. Boisseau cayó en el suelo, presa del pánico. Goncourt, con los ojos tan abiertos que parecía que fueran a salirse de sus órbitas, miró a uno y a otro sin poder entender qué era lo que estaba pasando.

-Pierre...

¡Era Marie! Pierre no podía creer lo que veían sus ojos. ¡Marie estaba frente a él!

-Ma...Marie... -titubeó-. ¿De verdad eres tú?

-Lo siento, Pierre.

El rostro de Marie estaba cubierto por un velo de tristeza.

-Lo siento tanto...

Se acercó a él, alargando su mano, y rozó su mejilla con suavidad, sintiendo un dolor agudo en el pecho al ver la sangre que manchaba su ropa. Pierre no pudo contener las lágrimas.

-¡Sabía que seguías aquí! ¡Lo podía sentir!

-Al principio no sabía qué había pasado -comenzó a explicar la joven-. Pero después de ver la daga que empuña Boisseau lo he recordado todo.

Bajó la vista al suelo y suspiró con tristeza. Boisseau levantó la daga y la miró.

-No... No puede ser... -murmuró con la tez cada vez más pálida-.

Marie se incorporó. Recorrió la cueva con la mirada y se acercó hacia Boisseau. Éste se intentó alejar de ella aterrorizado. ¡Era la bestia!

-Boisseau, entiendo el temor que te ha llevado a cometer las atrocidades que has llevado a cabo.

Al llegar a su lado, acercó su rostro al de él y susurró:

 -Pero te ha utilizado igual que lo hizo con él -dijo señalando a Claude-. Pobres desgraciados...

Boisseau dejó caer la daga petrificado y se giró hacia ella con los músculos rígidos por el terror que recorría sus venas.

Marie se incorporó de nuevo y miró a Goncourt, que parecía extrañado por todo lo que sucedía a su alrededor.

-Goncourt -dijo Marie con sequedad-. Deja de fingir.

La mirada de Goncourt cambió. Una sonrisa frívola apareció en sus labios y, cruzando los brazos frente al pecho, dejó escapar una fuerte risotada.

-¿Me has reconocido?

-Al principio no entendía lo que estaba pasando, pero al ver la daga todo ha tomado sentido en mi cabeza. Y, no sabía por qué, me sentí también más fuerte.

Pierre no entendía nada. Se giró hacia el cuerpo sin vida de Marie y, en ese instante, en el momento en que sus ojos chocaron contra su cuerpo, la carne empezó a resbalar de los huesos. La imagen le dio arcadas. Tapó la boca impidiendo que un grito escapara de sus labios. Los huesos fueron desapareciendo y, de pronto, todo lo que quedó frente a él fue polvo. Se giró hacia Bosisseau, que también lo había visto. Pudo ver las gotas de sudor que resbalaban por su frente, reflejadas por el sol de la mañana que empezaba a entrar por la entrada de la cueva. Miró a Marie. Y, por un momento, sintió un escalofrío.

-De modo que lo has recordado todo...

Goncourt se acercó hasta Bosisseau y recogió la daga que había junto a él. No dijo nada. Deslizó su mirada por el rostro aterrorizado de Jean y sonrió. Se puso en pie y paseó el dedo por el filo afilado.

-Así, no tiene sentido seguir escondiéndome, ¿verdad?


Obra registrada en SafeCreative a nombre de Carmen de Loma. 

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Comentarios

  1. ¡Qué giro inesperado! ¡Sólo hay una forma de ver cómo acaba esto! ¡Me voy al capítulo final! ¡Chauuuuuu!

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  2. Hola. Me ha costado bastante ubicar a los personajes. Me he hecho un lío, y no sabía muy bien quién era cada cual. Otra cosa es que me a parecido que Bosisseau atrapaba demasiado fácil a Pierre para clavarle la daga. Ya sé que lo cogio por sorpresa, pero éste último podría haberse defendido algo, pienso yo...
    En cuanto a lo demás, estupendo. La historia es cada vez más interesante.
    Saludos.

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    Respuestas
    1. Puede que sea lioso porque a Boisseau le llamo también Barón, que es su rango, y Jean que es su nombre de pila.
      Y en cuanto a lo de Pierre, quizá podía haberse rebelado, pero como Boisseau estaba a punto de alcanzarlo cuando entra Goncourt, alarga el brazo y ya le apunta con la daga en la espalda. Creo que no me he explicado muy bien, jejeje Gracias por mencionarlo! :)
      ¡Nos leemos! ^^

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