La Sombra. (Parte 1 de 2)
Lara
tenía ganas de que llegara la hora de volver a casa. Con la espalda
dolorida, los pies hinchados por las horas que pasaba sentada en la
oficina y las pocas energías que le quedaban para enfrentarse a
Carlos, su jefe, sólo el momento de llegar a casa, sacarse los
zapatos de tacón y tumbarse en el sillón, la reconfortaba.
Miró
el reloj del ordenador. Las 7:30h. Ya sólo debía aguantar una hora
más. Rebuscó en su bolso uno de los chicles de menta y se lo metió
en la boca en un intento por olvidar las ganas de fumar. Apoyó su
cabeza sobre la mano y echó una vaga mirada a lo que le rodeaba.
No
quedaba nadie. Por norma general, la salida de empleados se efectuaba
a las siete, pero ella, cómo administrativa jefe, debía esperar a
que el señor Carlos marchara, cosa que solía ocurrir cerca de las
ocho y media.
Se
desperezó estirando los brazos. Se sacó las gafas y cogió el paño
que había junto al flexo. Con movimiento rutinario, pasó el pañuelo
por el cristal y desvió la mirada hacia el despacho de su jefe. La
puerta estaba entreabierta. Se inclinó hacia atrás en la silla para
mirar a través de la rendija y la sombra a través de la ranura la
sobresaltó, incorporándose de golpe y regresando al trabajo que la
esperaba frente a ella.
Los
minutos fueron pasando, terminó de redactar un par de informes que
debía entregar para el próximo martes y refunfuñó al ver de nuevo
la hora. Las 22:00h.
Cuando
ya pensaba en ir al despacho de su jefe, Carlos salió por la puerta.
–Lo
siento, se me ha hecho tarde...
Dejó
la chaqueta en la mesa junto a ella y se dirigió hacia el control de
luces.
Ella
se encogió de hombros y no esperó ni a despedirse. Se colgó el
bolso, cogió la gabardina de la percha y caminó hacia la puerta del
ascensor. Las luces se fueron apagando. Al abrirse las puertas del
ascensor, entró y tocó el botón de la planta baja. Las puertas se
iban a cerrar cuando Carlos puso su mano y las detuvo.
–¿Te
ibas sin decir adiós? –dijo con cierta ironía entrando en el
ascensor.
–Tengo
ganas de llegar a casa –dijo sin más–. ¿Baja?
–Claro.
Carlos
la miró de reojo. Era una mujer que imponía respeto, con aquella
falda estrecha que llegaba justo por encima de las rodillas y la
chaqueta que marcaba su cintura. Se sonrojó y apartó la mirada.
Ella no le miró siquiera. Cuando las puertas se abrieron salió la
primera. Se colocó la gabardina y, sin girarse, levantando la mano a
modo de saludo, se despidió.
–¡Oye
Lara! –gritó antes de que llegara a la mesa de recepción–.
¡¿Quieres que te acompañe a casa?!
Se
giró extrañada.
–¿Perdona?
Carlos
se revolvió nervioso ante su mirada inquisitiva.
–Es
muy tarde y por esta zona no quedará mucha gente...
–No
es necesario.
Y sin
decir más, se encaminó hacia la salida.
–Buenas
noches, Señorita Lara –dijo el recepcionista del turno de noche–.
Abríguese que hoy el frío cala en los huesos.
–Así
lo haré –respondió con una sonrisa–. Buenas noches, Juan.
Salió
a la calle. Una neblina húmeda empañaba el aire. Se subió el
cuello de la gabardina y comenzó a caminar calle abajo hacia la
parada de metro. La calle estaba más oscura que de costumbre. La
escasa luz de las farolas apenas si alumbraba algo. Y el silencio,
sólo roto por el tac tac de sus zapatos, era abrumador.
«Quizá
debería haber aceptado su compañía», pensó mirando de reojo a su
alrededor. «Esto está desierto...»
Agarró
el bolso con más fuerza y continuó caminando.
Al
pasar por la puerta del local nocturno que había a unas calles de su
oficina , unos tipos, bajo evidentes signos de alcoholemia, la
asaltaron.
–¡Uoh!
¡Nena! ¿¡Dónde vas tan sola?! –gritó uno de ellos.
Bajó
de la acera intentando pasar lo más rápido que pudo por delante de
ellos, ignorando sus insinuaciones subidas de tono, y siguió su
camino hacia la parada.
Ya
sólo quedaban un par de manzanas más y, por fin, llegaría a la
boca del metro. Cruzó los brazos frente al pecho para mantener el
calor de su cuerpo y cruzó la calle.
Justo
antes de llegar a las escaleras que descendían hacia la estación, un
extraño silbido rozó su espalda. Se giró con un escalofrío que le
erizó la piel y miró a un lado y a otro. Todo parecía tranquilo.
Respiró hondo intentando calmarse y se cogió al pasamanos para
bajar. Descendió un par de escalones y otro golpe de aire, esta vez
más fuerte, la golpeó desde la espalda. Cuando su pelo volvió a su
sitio, revuelto por la ventada, volvió a sentir el extraño
escalofrío recorriéndole el espinazo. Se sujetó con ambas manos al
pasamanos y desvió la mirada hacia arriba. Algo había pasado cerca
de ella. Miró a un lado y a otro, pero seguía sin haber nada.
Su
corazón comenzó a latir con fuerza.
«Cálmate
Lara... Habrá sido el viento», pensó buscando el modo de calmar
sus nervios.
Decidió
que lo mejor sería llegar hasta la taquilla. Con suerte el guardia
de seguridad estaría por allí. Se sujetó el bolso y comenzó a
descender deprisa. Miró de nuevo a sus espaldas. La extraña
sensación de que la estaban siguiendo la inquietó aún más de lo
que estaba. Los malditos tacones no la dejaban correr.
«¡Venga!
¡Sólo cuatro escalones más!», pensó azorada a medida que el
miedo la empezaba a dominar.
Justo
antes de poner el pie en el suelo, la ventada azotó su cara. Un olor
a podredumbre se incrustó en sus fosas nasales. Se tapó la nariz
asqueada y miró a un lado y a otro, esta vez fuera de sí. Nada ni
nadie. Estaba sola. Se dispuso a bajar los escalones que quedaban
cuando, de golpe, cómo si alguien golpeara su espalda con fuerza,
salió despedida por los aires, chocando con estruendo contra el
suelo, golpeándose la cabeza contra una columna.
Se
incorporó aturdida apoyándose sobre su brazo izquierdo. Miró a un
lado y a otro con ojos desorbitados.
–¡¿Quién
anda ahí?! –gritó pasándose la mano por la frente donde un
reguero de sangre comenzaba a resbalar hacia su pómulo.
Pero
nada contestó. Una sensación de frío la empezó a embriagar.
–¡Sal!
¡Maldita sea! ¡Sal de una puta vez! ¡¿Quién coño eres?! ¡No
tiene gracia!
Lara
volvió a oler a podrido. Y pudo notar unos ojos observándola. Se
levantó con rapidez. Vio que uno de sus zapatos estaba a unos metros
de ella. Quiso acercarse a por él, pero una risa macabra resonó por
las paredes de la sala. Se sacó el otro zapato y comenzó a correr
despavorida, desesperada por alcanzar la taquilla.
El
guardia de seguridad se quedó atónito al ver entrar a una mujer
corriendo hacia él, con el rostro desencajado por el pánico. Sólo
llevaba un zapato que aguantaba en una mano y tenía magulladuras en
las rodillas que se veían a través de los agujeros que minaban sus
medias.
–¡Señor!
–gritó al verle–. ¡Gracias a dios!
Corrió
hacia él y le sujetó temblorosa por los brazos, mirando una y otra
vez a sus espaldas.
–Señora,
¿se encuentra bien? –preguntó el hombre intentando calmarla.
–¡Ayúdeme!
¡Por favor!
El
guardia, acostumbrado a encontrarse con todo tipo de gente, la miró
de arriba a abajo. No parecía la típica pordiosera, pero su aspecto
daba pena.
–A
ver, señora. Cálmese, por favor –dijo con voz pausada–. No
podré ayudarla si no me cuanta lo que ha pasado.
La
cálida voz de aquel hombre empezó a calmar su angustia.
–Venga,
siéntese aquí.
Lara
se dejó arrastrar hacia uno de los bancos que había cerca del
expendedor de billetes y se sentó con las manos temblorosas
aferradas a su bolso y al zapato, que sujetaba con tanta fuerza que
hasta los nudillos estaban blanquecinos. El guardia se sentó junto a
ella.
–Explíqueme
lo que ha pasado.
–No...
No lo sé... –titubeó con temblor en la voz–. Hay algo en
las escaleras...
–¿A
qué se refiere?
–Pues...
–Dudó. No sabía cómo empezar a explicar algo que ni ella podía
creer. Cogió aire y lo soltó sin más–: Un aire extraño me ha
rozado la cabeza, pero cuando me he girado a mirar ¡no había nada!
Y luego, de pronto, algo me ha golpeado... ¡Algo que no he podido
ver! ¡Me ha tirado de la escalera!
El
agente la miró extrañado.
–¿Cómo? –dijo pasándose la mano por la barbilla–. ¿Y no habrá
tropezado?
Miró
a la mujer con condescendencia, intuyendo que debía estar bajo los
efectos de algún estupefaciente.
–¡¿No
me cree?! –gritó levantándose de golpe–. ¡Tiene que
creerme! ¡Hay algo! ¡Y huele a podrido!
–A
ver, señora –dijo con tono cansino–. Es probable que algún
animal haya pasado volando cerca suyo, por esta zona abundan los
murciélagos. Además, de un tiempo a esta parte, están más
molestos que de costumbre. Quizá haya pasado rozándola y que, del
susto, haya perdido el equilibrio y haya caído.
Lara
le miró apesadumbrada. ¿No la creía? ¡Si hubiese sido un
murciélago lo recordaría! Quiso hacerle entender que lo que había
pasado era real. Pero el hombre se incorporó.
–Voy
a buscar algo a la taquilla para que se calme. Creo que la del turno
de día tiene hierbas de esas que soléis tomar en lugar de café... Espéreme
aquí, por favor.
–¡No!
¡No me deje sola, por favor!
–No
se preocupe, señora, voy allí –dijo señalando la cabina dónde,
durante el día, vendían los billetes–. En seguida vuelvo, ¿de
acuerdo? No tiene de qué preocuparse.
Se
dejó caer abatida y asintió.
–¿No
tendrá un cigarrillo, verdad? –preguntó antes de que el hombre se
alejara.
–Claro.
El
guardia rebuscó en el bolsillo interior de su chaqueta y sacó una
cajetilla con un mechero.
–No
debería dejarla fumar, pero haré una excepción si me promete
calmarse, ¿de acuerdo?
–Muchas
gracias –dijo alargando la mano para coger uno.
Se lo
colocó en los labios. El hombre encendió el mechero y se lo acercó
a los labios para que encendiera el cigarro, tapando la llama con la
otra mano. Lara cerró los ojos y dio una larga calada mientras éste
se encendía. Sintió algo pegajoso y caliente salpicarle la cara.
Abrió los ojos y pasó la mano por las gotas que resbalan por su
rostro. Observó sus dedos y palideció.
–¿Pero
qué es esto...? –murmuró.
Levantó
la vista y un grito ahogado escapó de sus labios a la vez que la
sangre del agente salpicaba su piel con cada latido. Acercó la mano
temblorosa hacia él. Al rozarle, su cuerpo se balanceó hacia ella.
Levantó aún más la vista.
–¡Oh!
¡Dios! ¡Dios! –gritó siendo devorada por el pánico.
Se
intentó alejar de él pegándose a la pared.
–¡Dios
mío! –gritó golpeando el suelo al caer del asiento.
El
agente se derrumbó sobre el banco. Gritó con todas sus fuerzas sin
poder quitar los ojos de los suyos, aún abiertos. Pero el horror que
en aquel momento sintió no fue nada comparado con lo que sintió al
ver lo que, de golpe, cayó sobre el cuerpo abierto del hombre.
Obra registrada a nombre de Carmen de Loma en SaveCreative.
Mañana subo la segunda y última parte. Lo he dividido en dos para que no quedara excesivamente largo ;)
ResponderEliminarA ver qué os parece jeje
¡¡Un abrazo!!
Me encanta!!
ResponderEliminarTe invito a que visites mi blog, a ver si te gusta :)
Besos!
❤Mary❤
¡Sígueme y entérate de todo!
Gracias :)
EliminarMe pasaré.
¡Saludos!
¡¡¡¡NOOOOOOOOOO!!!! ¡No nos hagas esto! ¡Justo en lo mejor! T-T Apuesto a que lo has hecho adrede... ¡Eres mala! T-T je, je, je.
ResponderEliminarNos vas a dejar con la intriga hasta mañana... ¿Y tú dices que es largo? Te olvidaste de lo mío... Jue, je, je, je, je. Ahora a esperar, que por suerte no es mucho tiempo.
¡Saludos!
¡Jajajaja! ¡No llores, hombre! Que mañana te saco de dudas XD Si llego a saber que te pones así lo hubiera subido entero ^^
EliminarComparado con los tuyos, es cierto que no es largo,jejeje Pero me había parecido buena idea dividirlo en dos, no sé...
¡Gracias por el comentario! ¡Un saludo!
¡Ah! Y luego me tendrás por tu blog, que hoy toca leer la súper batalla contra los Jotuns jujuju ¡Qué ganas de saber cómo será! ^^
¡Hola, Carmen!
ResponderEliminar¡Ha estado genial! De hecho, voy a leer la segunda partes sobre la marcha. ¡Un abrazo! :D
¡Hola Aio!
EliminarBienvenido de nuevo :) Gracias, me alegro de que te haya gustado.
¡Un abrazo para ti también!
Relato oscuro de intriga y suspense. Me has dejado en ascuas...
ResponderEliminarMe paso al siguiente.
Hasta ahora.
Jeejejeje Así que en ascuas, eehh??? XD
EliminarSí, este es algo oscuro, y con alguna escena un poco... cómo decirlo, asquerosilla. Pero la historia es más de lo que aparenta ;) A ver qué te parece el desenlace.
¡Ciao!
Este tiene mucho suspenso y se quedó muy interesante. Deja me paso a la 2a parte.
ResponderEliminarQue bien que no me tocó esperar. .;-)
¡saludos!
Jejejej siii esta historia es de suspense con toques de horror ^^ A ver qué te ha parecido el final, es donde está toda la gracia. Hasta ahora!!
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