La Sombra. (Parte 2 de 2)
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Una
bestia sin pelo, con el cuerpo de dos metros de alto y carnes
mórbidas, fornido como un oso, cayó sobre el hombre muerto. Su
rostro era aterrador, con una boca de gran tamaño que abría hasta
casi desencajarse, emitiendo un ronquido extraño. Sus manos, de
dedos largos, poseían unas garras oscuras y afiladas que desgarraban
la carne al sujetarla cada vez que clavaba sus mortíferos dientes en
el cuerpo.
Lara
se arrastró por el suelo en un intento desesperado por alejarse de
aquella cosa. Sus enormes fauces se clavaron en el pecho del guardia
y arrancaron sus vísceras, derramando sangre a través de los
afilados dientes.
–S...s...socorro...
–balbuceó casi sin voz.
Un
temblor incontrolado, sumado a las náuseas que le provocó la
escena, apenas le permitió pronunciar palabra. La bestia volvió a
hundir su rostro en la carne y, de golpe, levantó la vista. Unos
ojos rojos, como la sangre que goteaba de sus labios, la observaron.
Sacando
fuerzas del propio pánico, se incorporó con torpeza, cayendo de
nuevo al suelo en un par de ocasiones. Empezó a correr despavorida
hacia la salida. Miró a su espalda y siguió corriendo sin
detenerse, sintiendo que su cuerpo temblaba descontrolado una y otra
vez.
La
bestia la observó alejarse pero no hizo ademán de seguirla. Paseó
su lengua viperina por los labios y volvió a arremeter contra el
cuerpo despedazado del hombre.
Alcanzó
las escaleras. Miró hacia atrás. Nada. Se apoyó en el pasamanos,
cerró los ojos con fuerza y respiró agitada y sin aliento. Elevó
la vista. La luna se intuía tras las espesas nubes que se
congregaban a su alrededor. Miró hacia el túnel que acababa de
dejar atrás, cogió aire y corrió escaleras arriba. Salió a la
calle y giró sobre si misma desesperada, buscando a alguien que la
pudiera ayudar. Pero no había nadie. Recordó el bar.
«¡Aquellos
tipos me podrán ayudar!», pensó con una sonrisa nerviosa en la
cara al verse, por fin, a salvo.
Un
jadeo intermitente la alertó, dejándola petrificada. Provenía de
la boca del metro. Giró su cara hacia la parada y sintió unas gotas
de sudor frío empapando su frente.
–N...
No...no puede ser...
Aquella
maldita respiración se hacía cada vez más fuerte. Tenía que salir
de allí. Intentó correr, pero las piernas, paralizadas por el
pánico, no le respondían. Otro sonido se unió al macabro
concierto. Un sonido de algo rozando el suelo, como si arrastraran
algo pesado.
–Maldita
sea, Lara... ¡Tienes que salir de aquí! –se gritó a si misma sin
poder reaccionar.
Por
las escaleras apareció la bestia. Ascendía despacio, jadeando de un
modo extraño. Sus labios se abrieron en lo que parecía una sonrisa
mostrando aquellos terroríficos dientes. A medida que subía, pudo
averiguar qué era aquel ruido extraño que acompañaba los malditos
jadeos de esa cosa. De su mano pendía un harapo de carne y huesos.
Por el trozo de tela, teñido de rojo por la sangre que goteaba de la
carne, supo que era el guardia.
Dio
dos pasos hacia atrás sin apartar la vista de aquel monstruo. Volvió
a dar dos pasos más. Se giró sobre sí misma y echó a correr presa
del pánico.
La
bestia soltó el cuerpo maltrecho.
Un
viento putrefacto la azotó por la espalda. Se detuvo en seco
respirando agitada y sus ojos se desorbitaron. La bestia estaba a
escasos metros frente a ella. Se dio la vuelta e intentó salir
huyendo. Resbaló con el reguero de sangre que dejaba aquella cosa y
cayó de bruces contra el suelo, arañando sus piernas contra el
pavimento.
–¡Socorro!
–gritó intentando ponerse en pie.
La
bestia paseó la lengua por sus labios. La misma risa macabra
recorrió la calle. Lara miró a un lado y a otro.
–Por
dios... ¡Qué alguien me ayude!
Las
lágrimas se agolparon en sus ojos. El pecho subía y bajaba a
velocidad vertiginosa mientras el sudor de su rostro brillaba bajo la
escasa luz de las farolas. Arrastrándose, se alejó todo lo que pudo
de aquel inmundo ser.
Sin
esperarlo, la bestia desapareció. Lara se irguió, quedando de
rodillas, y buscó a un lado y a otro limpiando las lágrimas que no
la dejaban ver con claridad. Nada. Miró detrás de sí. Volvió a
mirar a los lados. Todo estaba en calma. Cerró los ojos un instante
y suspiró con cierto alivio cuando el olor a podredumbre la
envolvió. Abriendo los ojos que parecía que se fueran a salir fuera
de sus órbitas, sin atreverse a levantar la vista siquiera, sintió
un aliento cálido acariciar su rostro. Empezó a temblar. Los
espasmos provocados por el pánico hacia una inminente muerte la
sacudieron una y otra vez. Levantó la cabeza con todos los músculos
de su cuerpo rígidos y sus ojos y los de la bestia se encontraron.
Rompió
a llorar. Ráfagas de recuerdos cruzaron su mente una y otra vez.
Cerró los ojos con fuerza y esperó la muerte. La lengua de la
bestia rozó su cara. Sintió un escalofrío a la vez que los
sollozos escapaban de sus labios de forma incontrolable. Apartó la
cara todo lo que pudo y apretó los puños contra el suelo.
Había
llegado su hora.
¡Zas!
Un silbido rozó su pelo a la vez que sintió algo detenerse cerca de
su espalda. Un golpe seco contra sus piernas la obligó a abrir los
ojos de nuevo. Sin poder creer lo que sus ojos veían, encontró la
cabeza de la bestia rodando hasta el suelo.
–¿Qué...
qué...? –murmuró con temblor en la voz.
¡Zas!
De nuevo ese silbido. Lara se giró sobre sí misma para contemplar
con incredulidad a un hombre, relativamente joven, de rasgos
asiáticos, que sacudía su katana con energía haciendo saltar la
sangre de su filo.
–¡No
te acerques! –gritó buscando con la mano algo que poder usar para
defenderse.
El
hombre ni siquiera la miró. Se acercó a la bestia y se agachó
junto a la cabeza. La levantó con una mano y, con la otra, arrancó
algo que tenía incrustado en su entrecejo. Lara se levantó
tambaleante. Sin apartar su mirada de él, se alejó unos metros
hasta alcanzar una de las farolas. Se agarró con fuerza a ella y, de
pronto, sintió una sacudida en la cabeza.
Un
dolor indescriptible le robó el aliento. Su corazón empezó a
bombear la sangre a velocidad de vértigo desde su pecho. Un grito
desgarrador rompió su garganta a la vez que espasmos violentos
sacudieron su cuerpo. No entendía qué pasaba. Intentó controlarse.
Se sujetó la cabeza con ambas manos y volvió a gritar. Tanto, que
las venas de su cuello se hincharon hasta el límite. El extranjero
la observaba en silencio.
Lara
se acercó a él dando tumbos.
–A..ayúdame...
–dijo sujetando su brazo a la vez que las piernas perdían las
fuerzas, haciéndola caer.
Ryu
dejó caer la cabeza que aún mantenía sujeta. Sabía lo que estaba
a punto de suceder, pero no debía involucrarse. No debía actuar
hasta que la transformación fuera completa. El día que aceptó su
destino tuvo que aceptar las normas y sus consecuencias.
Viendo
a la mujer sufrir de aquella manera, apretó con rabia la empuñadura
de su espada y recordó las últimas palabras de su padre.
* * *
–Ryu.
A partir de ahora, sólo tú podrás acabar con los Roinos...
Se
sujetó el pecho y tosió. Ryu apretó con más fuerza la herida de
su pecho.
–No
hables, padre –dijo buscando ayuda con los ojos vidriosos–. Te
vas a poner bien.
–No
hijo mío. Mi hora ha llegado. –Apretó el brazo de Ryu y le obligó
a que le mirara–. Ahora debes escucharme. Habrá días en los que
desearás no haber sido uno de los elegidos. Pero, por tu bien, nunca
te alejes de las directrices del clan. Los Roinos son la peor escoria
que puede llegar a engendrar un demonio. Son personas, cómo tú y
como yo, que por los lazos del destino han sido tocados por Él.
Debes saber, que jamás te han de rozar siquiera. Un simple roce con
uno de ellos y te infectarán con su inmundicia, convirtiéndote
también.
Se
irguió y se colocó de rodillas frente a su hijo. Cogió la katana y
la elevó con ambas manos.
–Debes
ser fuerte... ¡Cof! ¡Cof!
Ryu
tomó la espada de su padre entre las manos a la vez que una lágrima
cargada de tristeza rodó por su mejilla. Su padre acercó su mano y
acarició el rostro de su amado hijo.
–Yo
velaré por ti...
En
aquel instante el hombre sintió un fuerte espasmo seguido de un
dolor indescriptible en su cabeza.
–¡Aléjate!
–gritó empujándole–. ¡Pase lo que pase, no te acerques!
–¡Padre!
Ryu
intentó sujetar a su padre que, con un violento golpe, le tiró de
espaldas.
–¡He
dicho que no te acerques! ¡Maldita sea!
Unos
temblores empezaron a acompañar los espasmos que golpeaban el cuerpo
del viejo. Con una fuerza de voluntad de hierro, el hombre rebuscó
en su kimono y sacó su kodachi. Los ojos de padre e hijo se
encontraron.
–S...
sigue la doctrina d... del... C... clan...
Ryu
quiso impedirle que lo hiciera. Pero era demasiado tarde. Su padre,
con mano firme, hundió la kodachi en su pecho. Los espasmos cesaron.
El viento azotó el jardín del Clan Usui trayendo los pétalos de la
flor del cerezo a la vez que su cuerpo, sin vida, caía a desplome
contra el suelo.
* * *
Ryu
guardó la katana en su espalda.
–Lo
siento padre... –murmuró a la vez que cogía a la mujer del brazo
y la levantaba.
Los
espasmos eran cada vez más violentos. La alejó de la bestia que
yacía cerca, arrastrándola hasta la farola donde la luz era mayor.
La dejó en el suelo. Los ojos de Lara comenzaron a teñirse de rojo.
La sangre de su cuerpo, acelerada por el virus, empezaba a emanar por
los poros de su piel. Ryu se agachó junto a ella y levantó su
rostro con la mano, sujetándola con fuerza del mentón.
–¿Dónde
estás...? –murmuró mientras giraba la cara de la mujer a un lado
y a otro.
Lara
empezó a golpearlo con violencia.
–Maldita
sea... ¡¿Dónde estás?!
Una
pequeña sombra atravesó la mejilla de Lara. Ryu se detuvo en seco y
acercó su cara hacia él.
–Ya
te tengo...
Sacó
una navaja del bolsillo de su chaqueta vaquera y hundió el filo en
el carrillo. Lara soltó un alarido. La sangre fluía de un modo
extraño, como si hubiese espesado por el contagio. Agarró la carne
y la empezó a apretar con fuerza. Lara se revolvía una y otra vez.
Sus ojos ya tenían el color de la sangre.
–Venga...
¡Sal!
Ryu
apretó más. De la herida caían coágulos de sangre cada vez menos
negruzca. De pronto, un trozo de carne salió disparado.
–¡Ya!
Dejó
caer a Lara y corrió hacia lo que parecía un trozo de carne
mugriento que se desplazaba a gran velocidad. Sacó la katana y, con
un golpe certero, partió la cosa en dos.
El
silencio volvió a envolver las calles desiertas. Ryu secó las gotas
de sudor que caían por su frente y se quedó observando con
repugnancia el trozo de carne.
–Creces
rápido, ¿eh?
Se
giró a mirar a la mujer. Estaba tumbada, inmóvil. Se acercó a ella
y la golpeó ligeramente con el pie. Lara movió los dedos de su mano
e hizo ademán de abrir los ojos. Empezaban a recobrar su color
natural. Ryu se agachó junto a ella. Rasgó su sudadera y vendó la
herida de su rostro. A continuación, se encaminó hacia el cuerpo
del monstruo. Sacó un frasco de su chaqueta y lo roció por él. Al
contacto con la piel de la bestia, el líquido empezó a soltar un
humo blanquecino que envolvió el cuerpo. En cuestión de minutos, no
quedaba resquicio alguno de la existencia de aquel ser.
Miró
de nuevo a la mujer. Lo que había hecho le iba a costar caro.
Ayudándola, había traicionado la doctrina de su Clan. Ellos lo
sabrían y vendrían a por él. Sus reglas eran claras. La traición
sólo se pagaba con la muerte.
Tarde
o temprano volvería para cumplir su castigo. Pero, antes, debía
encontrar al Roino que sesgó la vida de su padre. Un Roino de
aspecto humano que jamás podría olvidar. Nunca imaginó que su
persecución le llevaría a un país lejano como aquel, donde las
personas vivían de un modo tan distinto, ajenos a lo que pasaba
cuando la luz del sol se escondía y eran las tinieblas las que
emergían.
Levantó
la vista al cielo y dejó que la luz de la luna bañara su rostro.
Sabía que estaba solo, que había perdido la oportunidad de regresar
junto a los suyos. Subió la capucha de su sudadera ocultando su
rostro y, con la fuerza sobrehumana de los Devil Hunters, se alzó
sobre la farola y saltó de edificio en edificio, perdiéndose en el
horizonte. Convirtiéndose en una sombra a los ojos del mundo.
Al
cabo del rato, Lara abrió los ojos. Se incorporó tambaleante con un
fuerte dolor en la cabeza. Pasó la mano por la tela que cubría su
ojo y la mejilla, y sintió una punzada procedente de la carne
abierta. Al recordar lo que había pasado, miró a su alrededor una y
otra vez con el pecho sobrecogido. Pero allí no quedaba nada. Sólo
los restos de sangre recordaban la pesadilla que había tenido lugar.
Entonces le vino a la cabeza la imagen del asiático. Recordó el
dolor en su pecho y la presión insoportable en su cabeza. Cómo le
pidió ayuda a aquel hombre sin escrúpulos que cortó, sin más, la
cabeza de la bestia. Volvió a pasar la mano por el trozo de tela y
sonrió.
–Gracias...
–murmuró.
Las
sirenas de la policía sonaron a lo lejos. Se dejó caer y se sentó
en el bordillo de la acera. Estaba exhausta.
Cuando
el coche patrulla llegó, dos hombres uniformados bajaron y corrieron
hacia ella.
–¡Señora!
¡¿Se encuentra bien?! –gritó uno de ellos.
Pero
no podía responder. Las lágrimas comenzaron a resbalar por sus
mejillas. Estaba viva.
–Está
herida –dijo uno agachándose junto a ella–. Llama a una
ambulancia.
De la
parte trasera del vehículo salió un hombre trajeado.
–¡Lara!
Se
acercó corriendo y la abrazó. Lara, con los ojos llenos de
lágrimas, no le reconoció hasta que quedó a escasos centímetros
de su rostro.
–Dios
mío, Lara... ¿Qué te ha pasado?
Lara
sonrió con amargura.
–Carlos...
Yo... Yo...
Carlos
la atrajo hacia él y la apretó con fuerza contra su pecho.
–No
vuelvas a hacerme esto...
* * *
Cuando
Carlos fue a visitarla al hospital, la encontró sentada en la silla
que había junto a la cama, observando la calle desde la ventana.
–Buenos
días –dijo desde la puerta con un ramo de flores en la mano.
Lara
se limitó a sonreír.
–¿Cómo
te encuentras? –Se acercó a la mesita de noche y cambió las
flores marchitas por las que traía–. El médico dice que estás
mejorando mucho. Quizá mañana te den el alta.
–Carlos
–le interrumpió sin apartar la vista de la calle–. ¿Cómo
supiste dónde encontrarme?
Carlos
la miró un instante. Sonrió con amabilidad y dijo:
–Estaba
preocupado por ti y me acerqué hasta tu casa. Pero no habías
regresado aún. ¿Por?
Lara
apretó las rodillas con sus manos.
–Sólo
curiosidad.
Se
giró a mirarle e intentó sonreír.
No
era cierto. No había pasado tanto tiempo desde que se despidió de
él en la oficina como para que se llegara a preocupar por ella.
Carlos
se percató de ello. Se acercó hacia la ventana y contempló el
cielo azul de la mañana.
–Lara...
¿Dónde está?
–¿Dónde
está el qué? –preguntó extrañada. Carlos se apoyó en el
alféizar de la ventana y clavó los dedos en la madera–. ¿De qué
estás hablando?
No
respondió. Se acercó a la puerta de la habitación y echó el
cerrojo.
–¿Por
qué cierras? –preguntó asustada poniéndose en pie.
Carlos
se apoyó en el pomo de la puerta. Levantó la vista y la miró de
soslayo. Sus ojos, siempre azules, se tiñeron de rojo a la vez que
una sonrisa macabra aparecía en su rostro.
–No
importa. Él vendrá a mí...
FIN.
Obra registrada a nombre de Carmen de Loma en SaveCreative.
¡Hola, Carmen!
ResponderEliminar¡Menudo final! Me ha encantado la historia, y la verdad es que el argumento da mucho juego, tanto como para continuar con el relato, porque la cosa promete ponerse interesante si decides continuarla. ^^
Ha habido partes en las que parecía que estaba viendo una escena de una película. Muy bien escrito, consigues meternos de lleno en la historia. ¡Genial!
¡Un abrazo muy fuerte, Carmen! ¡Te seguiré leyendo!
¡Muchísimas gracias Aio! La verdad es que la historia en sí me gusta mucho, sobre todo la parte de Ryu ^^
EliminarDe momento se quedará así, lo tengo reservado para ampliarlo en un futuro, en el que se conocerá la lucha entre las sombras. Pero, de momento, os dejo con esto.
Muchas gracias por los elogios :D Me hace feliz conseguir meterte en la historia y que la vivas cómo si fueras yo misma.
Otro aún más fuerte para ti. Y yo seguiré leyendo tus magníficas historias (ya sabes que me encantan).
¡Hasta la próxima!
Te reservaste la mejor parte de la historia. Je, je, je. La parte de Ryu estuvo genial y te pasaste con el final. El argumento da para una historia más larga. Seguro que lo harás y será genial, pero por lo pronto hay que esperar :-S je, je, je.
ResponderEliminarBueno, me vuelvo al trabajo (me hice un tiempito para leerte porque no podía quedarme con la intriga, je, je). ¡Saludos!
Uiuiui.... mira que escaparte del trabajo.... Te puede la curiosidad! XD
EliminarGracias, me pondré con ella, pero no sé cuando, jeje pero... Oye, cómo que me pasé con el final?? Qué?? Qué he hecho?? Si me he portado bien! XD
Un abrazo Nahuel! Y gracias por pasarte a leerme ^^
¡Bravo!
ResponderEliminar¡Queremos la película ya! :)
Muy bueno, Carmen, me ha gustado.
¡Hola José!
EliminarMuchísimas gracias :) Me alegro mucho de que te haya gustado. Tanto cómo para pedir ¡la película! XD
Un abrazo y merci por dejar el comentario.
Y un millón de gracias por compartir todas mis historias ^^ ¡Ciaaaooo!
¡UUAAAUUU!
ResponderEliminarTe reservaste lo mejor para el final.
Esta segunda parte... sencillamente genial. ¡CHULIIISIMA!
Y que bien escrita está. El ritmo no decae en ningún momento. Las descripciones de las sensaciones de Lara... mejor imposible.
Y como siempre, escribes unos finales de historias estupendos. Eres muy buena en eso.
Como los demás, pienso que esta historia da para mucho más, Pero aporto algo más que los anteriores...
Te propongo, que más adelante cuando tu quieras volver a ella, escribas otras dos entradas a modo de precuelas (ésto no se les ocurrió a los anteriores) y otras dos, a modo de continuación, y final de la historia.
Bueno, sigo con "La LLamada".
¡Wow! ¡¡Tu comentario sí que es chulísimo!! ^^ Muchas gracias, de verdad. No sé porqué, pero sabía que esta parte te iba a gustar, jejeje ;)
EliminarAnoto tus propuestas por si en un futuro me pongo con ella :) Thank you :D
¿¿¿La llamada también??? Vaya, sí que estás de maratón, sí XD (Y yo más feliz que una perdiz ^^)
¡Un abrazo!
ARRGGG Eso de dejar historias inconclusas no está para nada bien (nótese el sarcasmo), ¡¡eso no vale mujer!!
ResponderEliminarUn abrazo Carmen, felicitaciones ya me dejaste esperando...
¡Hola Andrés!
EliminarJejeje, a veces las historias no acaban como nos gustaría ;)
Un abrazo bien grande para ti :D Y gracias por pasarte y comentar ^^
¡Impresionante relato Carmen! Desde el angustioso principio con una Lara aterrorizada huyendo como alma del infierno, pasando por la parte donde Ryu toma el protagonismo (un monumento a las artes marciales) y un final sencillamente perfecto ¡como siempre eres mala y nos dejas comiéndonos las uñas en espera de la continuación! Jajaja, es una historia genial :) un besazo guapísimaaaa!!
ResponderEliminar¡Hola Tulkas!
Eliminar¿Tú también? T-T No soy mala... buaaaa... XD Pero así os quedáis con las ganas de más jejeje
Muchísimas gracias, me alegro de que te haya gustado :) Y mil gracias por tu comentario ;)
¡Un besote! Y que pases una gran semana ^^
Genial. Intenso, intrigante, y muuuucho suspenso y horror. Me la pase bien leyendo esta historia.
ResponderEliminarMe encantó el final. Siempre los enemigos estan cerca y uno nunca sabe. Pobre Lara.
¡ saludos!
PD Hoy me estoy desvelando con tus historias ;-)
Gracias!! Que bien que te haya gustado, este tipode historias son las que más me gustan jeje me lo paso muy bien escribiéndolas jeje
EliminarUiii lo siento por desvelarte, aunque me hace feliz jujuju eso significa que te va gustando lo que lees, no?? ^^
Abrazooo