El Preso Número 100.
Hoy he
ido a visitar al preso número 100. Era el último sujeto al que
vería en un par de semanas. Estaba deseando coger las vacaciones,
desconectar de este arduo trabajo y pasear bajo las palmeras de esa
isla tropical que mostraban los folletos que Ana dejó sobre la mesa
de la cocina.
Aunque el destino a veces puede ser macabro...
Al
llegar a la celda, sus manos firmes y rudas sujetaban los barrotes
oxidados de la celda. Cuando llegué frente a él, sus ojos —del
mismo azul que ese mar paradisíaco que me esperaba— me observaron
desde la penumbra.
—Buenas
tardes —saludé esperando que se apartara para poder entrar en la
celda y realizar mi trabajo.
El
hombre se apartó sin decir nada. Abrí el cerrojo y me adentré en
la oscuridad del pequeño habitáculo. Era estrecho. Y olía a
amoniaco que tiraba de espaldas. «Madre mía», pensé torciendo el
gesto, «cómo mínimo les podían limpiar las celdas». Pero no
sería yo el que diera la cara por esa chusma que habitaba, desde no
se sabe cuándo, aquellas celdas mugrientas.
El
preso se sentó en el camastro de modo rutinario. Agradecí no tener
que pedirle que lo hiciera. Coloqué mi maletín sobre la mesa y lo
abrí. Las jeringuillas de la mayoría de los cubículos estaban
vacías, menos una. La destinada al preso número 100. Me coloqué
los guantes de látex y pulsé el botón que abría la pantalla de
metacrilato que la protegía.
—Vienes
cada día a la misma hora —dijo la grave voz del preso. Me volví
hacia él con sorpresa. Era la primera vez que uno de aquellos
indeseables se dirigía a mí—. Preparas ese líquido liláceo, me
lo inyectas en la sangre y te vas.
Me
costó reaccionar.
—Bueno,
es mi trabajo —dije volviéndome hacia el maletín intentando
parecer calmado. Aunque, en realidad, estaba extrañado por su
elegante forma de hablar. Siempre me los había imaginado como seres
incultos y bárbaros que sólo eran capaces de soltar improperios por
su boca.
—¿No
se ha preguntado nunca porqué nos tienen aquí encerrados, doctor?
No me
volví siquiera. Sí que me lo había preguntado. En un mundo donde
la pulcritud y el orden extremo estaban a la orden del día, aquellos
hombres encerrados en unas celdas andrajosas, envueltas de miseria,
ocultas en una vieja cárcel de las afueras de la ciudad, junto al
mismísimo borde del abismo, me sorprendían. Pero mi trabajo no era
preguntar ni cuestionar lo que los altos mandos dictaban. Yo llegaba,
inyectaba el suero a los presos y regresaba a casa donde mi amada Ana
me esperaba.
—¿Sabe
lo que ese suero nos hace? —preguntó mientras levantaba el brazo.
Me acerqué a él sin mirarle a la cara. Claro que lo sabía, yo
mismo me encargaba de realizar el preparado—. Cada vez que lo
inyecta en uno de nosotros, el terror nos azota como si viviéramos
en una pesadilla constante... —Apartó la cara y le oí suspirar.
Cogí su brazo—. ¿Tiene usted hijos, doctor?
Levanté
la vista del brazo que sujetaba.
—No
—contesté incómodo. Era más fácil cumplir con mi trabajo si no
hablaban.
—Yo
sí, doctor. Tenía dos. Dos ángeles que usted con sus drogas me
obliga a ver morir del modo más salvaje... —Tragué saliva. Ese
hombre que estaba frente a mí, hablando de aquel modo sereno,
empezaba a hacer que mi pulso temblara. No sabía exactamente qué
tipo de alucinaciones les provocaba el suero. Pero desde luego, la
muerte de unos críos no entraba en mis suposiciones—. No se
preocupe por lo que le he dicho, doctor —dijo en respuesta a mi
rostro—, sé que usted sólo realiza su trabajo. Pero me gustaría
que me escuchara antes de hacerme soñar.
»¿Sabe
porqué nos tienen encerrados en una cárcel de la era Pre-Linstel?
—no esperó respuesta a su pregunta—. No, claro, cómo va a
saberlo. Esos asesinos no le hablarían a sus inferiores sobre eso...
Nosotros, esos presos que cada día visita, que cada día droga y
hace revivir las pesadillas más horrendas, somos los pocos que
sobrevivimos a sus ataques indiscriminados. Aún recuerdo cómo era
la vida antes. Con nuestros fallos y nuestros aciertos, vivíamos en
una sociedad en la que la libertad imperaba como derecho fundamental
de cada ciudadano. Pero los de abajo empezamos a convertirnos en
molestos habitantes que cada vez exigían mayores comodidades.
Deseábamos una educación digna que no podían negarnos. Una sanidad
universal para cada habitante del planeta. Una igualdad real entre
hombres y mujeres... No había fronteras y la desigualdad se hacía
cada vez menos apreciable. —No podía creer lo que decía. ¿Cómo
podían vivir en una sociedad sin clases? Cada hombre estaba asignado
a un clan, y jamás podía esperar a escalar en el escalafón del
sistema de clases organizado por los superiores—. No me extraña
que ponga esa cara —dijo esbozando una sonrisa que acentuó las
arrugas de su rostro—, según he podido saber, ahora los hombres no
sois más que peones que sirven para satisfacer su ambición.
Continuó
hablando sobre el mundo que yo jamás conocí, con su brazo sobre mi
mano y la jeringuilla a escasos centímetros de su piel. No daba
crédito a lo que me explicaba. Cómo se inventaron algo que llamaron
KRAKE para sembrar el miedo. Cómo la gente se volvió desconfiada.
El temor a ser víctimas del terrorismo indiscriminado de KRAKE creó
una oleada de recortes en derechos y libertades que la gente aceptó
sin más, víctimas del terror. Y los recortes fueron cada día a
más. Sólo unos pocos se dieron cuenta de lo que pasaba. Utilizaron
todos los medios para despertar a una población cada vez más
adormecida. Y, un día, llegó lo que yo conozco como «El día de la
creación». Según nos enseñaron, aquel día nuestros superiores
consiguieron derrotar a KRAKE. La sociedad había sido mermada de
forma drástica y la desesperación llenaba cada rincón del planeta.
Se destruyeron todos los medios de comunicación. Se destruyeron las
fuentes de energía. Hubo una «Era de oscuridad» que nos envolvió
durante una década y, por fin, llegaron los que se alzarían como
los altos mandos de nuestra sociedad: los LINSTEL.
Aquellas
palabras que fueron llenando el pequeño habitáculo, fueron calando
en mi mente como el agua de lluvia que se cuela por una gotera.
Cuando terminó de hablar, me miró con su triste sonrisa.
—Ahora
ya conoce nuestra historia, doctor. Sé que es un hombre inteligente
y de una gran entereza, lo puedo ver en sus ojos. Creí que debía
conocer la verdad antes de que empecemos a desaparecer...
«¿Desaparecer?»,
pensé extrañado.
—Bueno
doctor, no quiero entretenerle más. Su esposa debe estar esperándole
para hacer las maletas para ese viaje que tanto tiempo llevan
esperando.
—¿Cómo
sabe que estoy casado? ¿Y cómo narices sabe lo del viaje? —pregunté
cada vez más alarmado.
No
contestó. Noté que me cogía la mano que aguantaba la jeringa y la
empujaba hasta que la aguja se hundió en su carne.
—Haga
su trabajo, doctor —murmuró entrecerrando los ojos—. Y disfrute
del poco tiempo que le queda...
Cuando
salí de la celda, dejando a un hombre con severos ataques de pánico
en su camastro, lo que vi me dejó sin palabras. Una luz cegadora
resplandeció a lo lejos. Una luz que pronto se convirtió en un
estruendo estremecedor.
Ahora,
sentado en esta pared caída, ya no puedo ni llorar. La ciudad ha
quedado sepultada. Mi familia, mis amigos... Todo ha desaparecido.
Solo quedan los gritos aterradores que esos hombres encerrados en sus
celdas detonan una y otra vez, afectados por los horrores del maldito
suero. Y yo, un simple peón en este tablero de ajedrez destinado a permanecer en el olvido.
Obra registrada a nombre de Carmen de Loma en Safecreative.
Hola Carmen: no se si porque no he dormido o que onda pero como que me perdí al final. ¿Se destruyó toda la ciudad?
ResponderEliminar¡Saludos!
¡Hola Sofia!
EliminarSí, al final quedó destruida por la explosión. Y sólo sobrevivieron los presos y él ;)
¡Saludos! Y aprovecha a descansar, si no has dormido estarás cansadita :)
Hola Carmen:
EliminarTuve que leero nuevamente, jajaja
Gracias.
Bonita noche/ tarde/ dia ¡saludos!
¡Magistral, Carmen! Me has tenido en vilo durante todo el relato. Impactante, interesante, una distopía genial.
ResponderEliminarSaludos
¡Hola Eva!
EliminarUii, me has sacado los colores ^^ Muchísimas gracias, me alegro mucho de que te haya gustado tanto.
¡Un abrazo! Y gracias por leer y comentar :D
Me ha encantado, guau. Además de bien narrado, nos metes en el interior de ese preso. Me dejas reflexionando, me gusta. ;)
ResponderEliminarUn abrazo. =)
¡Hola Soledad!
EliminarMil gracias ^^ Me alegro de que te haya encantado y que te haya hecho reflexionar, era la intención jejej ;)
¡Un abrazote! Y que tengas un buen comienzo de semana ^^
La ciudad dominada por el terror central, orweliana visión del S. XXI
ResponderEliminar¡Hola Ruben!
EliminarAsí es, una ciudad que bajo una aparente paz y armonía, esconde un totalitarismo manipulador y, a su manera, represor.
Gracias por leer y por dejar tu comentario. ¡Saludos!
Muy bueno, Carmen. Aterradora historia muy bien escrita.
ResponderEliminarMe encantó la atmósfera lograda al principio.
Un fuerte abrazo.
¡Hola Federico!
EliminarMuchísimas gracias ^^ Me alegra que te haya encantado la ambientación, y la historia en sí. :D
¡Un abrazote! ¡Y que pases una gran semana! ^^
Orale, bonita forma de escribir, estas a un paso de ser como Marcel Proust, solo faltan algunas palabra por detallar, jee como "impropios". Soy grosero de nacimiento y de vecindad, que te falto naquearte (de naco) jaja. Y pues espero abrir un espacio para leerte que se ve que son interesantes tus lecturas. Saludos
ResponderEliminar¡Hola David!
EliminarMuchas gracias, me alegro de que mis lecturas te parezcan interesantes ^^ Y me hace muy feliz que le quieras dedicar tu tiempo a mis historias.
¡Saludos! Y feliz fin de semana :D
¡Hola Julio David!
ResponderEliminarPues sí, me parece que solo le queda aplicarse el suero o pasar el resto de sus días solo...
Muchísimas gracias :D Me alegra que te haya gustado el relato ^^
¡Saludos!
Un relato distópico sobre una sociedad futurista y sus presos muy bien ambientado y llevado. Me ha gustado mucho, me ha parecido muy creíble, incluso he visualizado ese mundo en mi mente. Un relato interesante, que te hace pensar... No sé, pero se me ha ocurrido que la idea te surgió a raíz de los Juegos del Hambre, no porque tenga mucho que ver con tu relato, aunque tal vez en su sociedad sí, sino porque en estas fechas se estrena la última película y coincide con que escribieses este relato distópico.
ResponderEliminarUn besote. Y por supuesto, comparto.
¡Hola José! Qué ilusión tenerte por aquí de nuevo ^^
EliminarMuchísimas gracias, me alegro de que te haya gustado y que te haya parecido creíble :D
Lo cierto es que se me ocurrió sin más, estaba con la última parte de Furia, que me tiene un poco estancada, y se me vino esta historia a la cabeza. No pensé en Los Juegos del Hambre, la verdad, aunque sí es cierto que coincide en fechas, jeje.La verdad es que no me terminó de gustar la saga, no sé porqué... Me gustó más la de Divergente e Insurgente.
Bueno José, mil gracias por pasarte a leer, por comentar y por compartir ^^ Espero que vaya bien el trabajillo ;) ¡Un besazo! Y nos leemos pronto.
Una historia que transcurre en un hipotético futuro en el que que cada persona nace y muere en un peldaño de la sociedad establecido, como simples peones de los altos mandos, como bien dice el narrador del relato. Una distopía muy bien ambientada y narrada en primera persona pero sustentada sobre unos diálogos creíbles y bien llevados. Oscuro y al mismo tiempo triste, por lo que cuenta el preso sobre sus pesadillas relacionadas con su hijo. Me parece muy original el tema del suero, ese castigo constante a los presos que les hace tener horribles pesadillas. No me importaría ver una película con este argumento.
ResponderEliminarPor cierto, yo soy de ''Los juegos del hambre'', jeje. ''Divergente'' no me convenció demasiado, sobre todo por la historia de amor.
Abrazo, Carmen.
¡Hola Ricardo!
EliminarMuchas gracias ^^ Sí, la verdad es que el suero es cruel y despiadado. Tanto les llegaban a odiar...
Así que tú eres de "Los juegos del hambre", eh? A mí es que la protagonista me resultó un poco insulsa... no sé, como si le faltara algo... pero claro, a gustos, los colores ;)
Que pases unas felices fiestas! Un abrazo bien grande :)