EL ÁRBOL EN EL QUE TE CONOCÍ (Parte final)
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Cuando Anael despertó,
estaba tumbada en el suelo de la habitación, aturdida. Quiso
moverse. Pero un dolor punzante debajo del pecho le obligó a
quedarse tumbada y mirando al techo de yeso blanco. Recordó lo que había pasado y el
corazón le dio un vuelco. ¿Qué habría sido del demonio? ¿Estaría
muerto? Hizo un esfuerzo por incorporarse. La sangre manchaba sus
manos y notaba algo pringoso manchando su rostro. Se apoyó en el
colchón de la cama, aferrando la daga de Gabriel con la otra, y se
intentó poner de pie. Las piernas le temblaban.
—¿Carlos?
Su voz sonó débil y
temblorosa.
Miró en la cama pero
estaba vacía. Observó la habitación. El pequeño portátil desde
el cual el joven había ido eliminando las historias que escribía,
estaba en el suelo con la pantalla rota. La luz del sol entraba a
través de la persiana medio bajada y, por el color, debía estar
atardeciendo.
—¿Carlos? —llamó de
nuevo.
Pero el silencio era
absoluto. Otra punzada le obligó a sujetarse el pecho con una mano,
mientras aguantaba su peso sobre la otra, apoyada en el cabecero de
la cama, y sin soltar su arma. Se examinó por si la herida era
grave. No parecía tener herida abierta, pero sí interna.
Apoyándose dónde podía,
comenzó a caminar hacia la puerta de la habitación. Su instinto le
decía que algo malo había pasado. Quizá si encontraba a la madre
de Carlos pudiera averiguar algo.
Bajó los escalones con
cuidado. Sus piernas apenas aguantaban su peso. Al llegar al salón,
le sorprendió la capa de polvo que se acumulaba sobre el mobiliario.
¿Tanto tiempo había estado inconsciente? Vio un papel sobre la
mesa. Se acercó vacilante. Al ver la letra en seguida supo de quién
era. Decía así:
«Mamá, sé que nunca
podré ser la persona que te gustaría que fuera. Siempre dices que
debo ser un hombre de bien. Pero no sé ser de otra manera que no sea la que soy. Mi vida son las historias. Vivir enamorado de los árboles, de
la suave brisa que mece sus copas. No deseo vivir de otro modo que no
sea a mi manera. Soy feliz así, disfrutando del calor del sol en mi
rostro, del sonido de las olas del mar que tengo grabadas en mi
memoria... ¿No lo recuerdas? Aquel verano, antes de que papá se
fuera, en las playas del norte... Era tanta la belleza que escondía
la ferocidad del océano.
»Por eso decido irme.
Esta vida no está hecha para mí... Me duele ver cómo cada día el
sol se pone y no eres capaz de ver lo que hay en mí. Yo te quiero
con locura, y sé que tú me quieres a tu manera. Pero nunca seré lo
suficientemente bueno... Algo dentro de mí me ha hecho ver que este
no es mi lugar. Y no quiero hacerte más daño del que te pueda haber
causado ya.
»Sólo te pido que seas
fuerte por mí. Que sigas adelante y que me lleves siempre en tu
recuerdo...».
Mientras leía la carta,
la joven sintió cómo se le formaba un nudo en la garganta. No había
sido capaz de protegerle de él...
Incapaz de terminar de
leer la nota de su protegido, abatida, la dejó caer sobre la mesa.
Miró a su alrededor. Casi podía ver a Carlos llegando a casa, cómo
su sonrisa llena de ternura se dibujaba en su rostro al saludar a su
pequeño gato negro. Pero ahora... Ahora...
Había fracasado. Su
primera misión, y había fracasado estrepitosamente. Con el corazón
hecho jirones, salió de la casa. Apenas notaba la herida interna. Su
cuerpo parecía anestesiado por la tristeza. Cogió el sendero que
recorrió junto a él la primera vez que lo vio. No sabía cuánto
tiempo había pasado desde entonces. Caminó despacio. El atardecer
iluminaba los campos de olivos. Vio la pequeña flor donde Carlos
parecía realmente feliz al ver a un pequeño insecto revolotear
junto a ella y las lágrimas comenzaron a caer.
Al alcanzar el árbol en
el que le conoció, el viejo roble parecía a su vez igual de triste
que ella. Se enjugó las lágrimas y se apoyó en su tronco, acariciando la corteza con suavidad.
Su mano ensangrentada dejó un pequeño rastro a su paso, tiñendo la
madera de color carmesí. Agachó su cabeza y volvió a llorar. Lloró
desconsolada.
Cuando las lágrimas
dejaron de caer, la luna llena se alzaba en lo alto del cielo
estrellado. Alzó la vista y buscó entre ellas su vieja morada.
Quizá Gandiel la observaba desde lo alto, sintiendo vergüenza de
ella...
No lo pudo soportar.
Miró la daga que había
estado cargando desde que despertó en la habitación, y, con gran
esfuerzo, se cortó las alas.
* * *
En la clase, un murmullo
se alzó entre los jóvenes ángeles al conocer el desenlace tan
terrible de la historia que su tutor les explicaba.
—Maestro —comentó
una joven de pelo blanquecino y largas alas—, ¿y qué fue de
Anael? ¿Murió?
El maestro miró a la
joven y sonrió.
—No Mariel, los
ángeles, con alas o sin ellas, somos inmortales. Sólo la muerte bajo
el yugo de un demonio puede acabar con nosotros.
En ese momento, alguien
llamó. Gandiel abrió la puerta del aula y le hizo señas para que se
acercara.
—Quiero que penséis en
lo que os acabo de explicar —dijo el maestro—, y que luego pongáis
en mi conocimiento qué habéis aprendido de esto. En seguida vuelvo.
Dejó su libro sobre la
mesa, y se acercó hacia su superior.
Al acercarse lo
suficiente, Gandiel dijo:
—Te está esperando.
—El ángel sonrió y su mirada se iluminó—. Ve, ya me ocupo yo del
resto de clases.
Le agradeció el
gesto y se dirigió hacia la fuente del oráculo. Miró por ella y
vio a Anael apoyada en el viejo roble. Su pelo azulado ahora estaba
teñido de color castaño. Y sus ojos lilaceos escondidos tras unas
lentillas de color verde. Sonrió. Se dirigió a la salida, y
descendió hacia ella.
Al quedar a su lado, la
joven Anael cerró los ojos dejando que el suave aroma a flores le
envolviera.
—Anael —dijo con
cariño, dejándose ver.
—¡Carlos! —Anael,
con una sonrisa de oreja a oreja, se abalanzó sobre él rodeando su
cuerpo con ambos brazos.
Ambos se acomodaron junto
al enorme árbol, dejando que el sol que atravesaba su copa les
calentara.
—Te he echado de menos
—comentó la joven con ternura—. ¿Me cuentas otra de tus
historias?
* * *
Los ángeles no tienen
permiso para sentir o unirse emocionalmente a los humanos. Una vez,
una joven se involucró en demasía y sus alas fueron el precio que
tuvo que pagar por ello. Sin ellas no puede regresar a los cielos y
está condenada a permanecer en la tierra el resto de sus días.
En la orden no quieren
que vuelva a repetirse algo similar. Y Gandiel, conocedor de primera mano
de esta historia, nunca se perdonará el no haber ido en busca de la
joven para sacarla de su error y evitar tan triste desenlace.
Pero, ¿cómo Carlos acabó convirtiéndose en ángel?
El demonio sabía que
Carlos era un ser de luz atrapado en un cuerpo humano. Su misión
consistía en acabar con ese molesto brillo, tiñendo su mundo de oscuridad. Gracias a Anael, consiguió
liberarse de las cadenas que le mantenían atrapado. Pero a la vez
que se despojaba de sus cadenas, la posibilidad de ver a su ángel
guardián también desapareció. Y, aunque estaba junto a él en la
habitación al despertar, herida casi de muerte, no la vio.
Fue entonces cuando
escribió la nota para su madre y, decidido a luchar por sus sueños,
por seguir su propio modo de vida sin importarle lo que otros
pudieran pensar de él, la dejó sobre la mesa y se marchó.
Fue esparciendo luz por
donde iba y, con el paso de los años, en una de las presentaciones
de uno de sus libros —aunque no era un escritor muy reconocido, con
aquella historia se había ganado el corazón de muchos—, vio
entrar a una joven de pelo castaño con un libro entre sus manos, que
se acercó a él con timidez.
Anael se sentía tan
feliz de poder ver de nuevo a su protegido que apenas podía
controlar el temblor de sus manos. Cuando le vio en la contraportada
de un libro en una vieja librería de la ciudad, no podía creer que
fuera él. Lo compró y, tras leer —página a página— con
atención, quedó convencida de que aquel escritor de mirada franca y
sonrisa amable era, sin lugar a dudas, él.
—Hola Carlos —dijo
sonriente al quedar frente a él, apretando el libro en su regazo
para disimular los nervios.
Carlos la miró y se puso
en pie como un resorte. Su ángel, su ángel de la guarda... Se le
humedecieron los ojos. Apartó la silla de un manotazo y, volteando
la mesa en la que debía firmar los ejemplares del libro, la abrazó
con fuerza, hundiendo su cara en el hombro de ella.
—Gracias... —murmuró
llorando como un niño.
Desde entonces, ambos se
han vuelto inseparables.
Cuando la muerte alcanzó
el cuerpo del humano, Gandiel le ofreció lo que en realidad era suyo
desde siempre, unas alas. Y, así, un ángel desde el cielo y otro
sin alas desde tierra, se cuidan el uno al otro año tras año,
década tras década, milenio tras milenio.
FIN.
Obra registrada a nombre de Carmen de Loma en Safe Creative.
¡BRAVO! Un final eterno, o sea, sin fin; qué hermosa paradoja.
ResponderEliminarQue hagan la pinícula YAAAA...
MUCHAS GRACIAS!! Me alegro muchísimo de que te haya gustado el final, de verdad ^^ Nos leemos a la próxima!! Un abrazo José!!
Eliminarbellísimo, Carmen!
ResponderEliminarMil gracias, Clara!! Feliz de que te haya gustado la historia ^^ Un besazo, guapa!!
Eliminar¡GENIAL! Te confieso que pensaba que el relato iba a tener un desenlace triste y dramatico, pero te has superado al ofrecer al lector un bellisimo y sorprendente final. Enhorabuena y nos leemos, Carmen.
ResponderEliminarMil gracias!! Cuanto me alegro de que opines así, de verdad!! El desenlace me pareció el más justo para los personajes, después de pasarlo tan mal, qué otra cosa podía hacer? jeje Un abrazo bieeeeen fuerte, y muchísimas gracias por dedicarle tu tiempo a esta historia, y por dejarme tu comentario por aquí. ^^ Tengo pendiente terminar ciertas historias... Así que en cuanto pueda, me paso a leerte, que siempre es un placer.
EliminarMe lo encontré por casualidad en "El refugio del relato" y me atrapó desde el principio al fin. Gracias por escribir una historia tan hermosa.
ResponderEliminarBienvenida Mary Ann!! Y muchísimas gracias por pasarte por aquí a leer esta historia de ángeles! :) Me alegro muchísimo de que te haya conseguido atrapar ^^
EliminarUn besote y que tengas un gran comienzo de semana!!
Buenisomo me gusto mucho.
ResponderEliminarMuchísimas gracias :) Me alegra mucho saber que te ha gustado! Abrazo!! ^^
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